CON LUPA | 8M

Las mujeres trabajadoras del sector productor

Verónica, Alba, Luisa, Isabel, Mati, Yomar, Gema y Marta son profesionales que desempeñan su actividad laboral en diversas áreas relacionadas con el sector primario. Con ellas conversamos sobre su experiencia trabajando en un mundo con una marcada presencia masculina, así como sobre las tareas pendientes para poder alcanzar la igualdad de oportunidades en el trabajo frente a sus compañeros. Reportaje completo en Vaca Pinta 43.

Si algo ha sido siempre la mujer rural, es trabajadora. Trabajaba en la granja y en el campo, y también atendiendo a las labores del hogar, criando a los niños y cuidando de los enfermos. No ocurría lo mismo tradicionalmente en núcleos urbanos, en los que hasta hace no tanto era más habitual que ejerciesen exclusivamente como amas de casa. Entonces, si en este sector la mujer ha sido históricamente una trabajadora más, ¿por qué ellos siguen siendo más en jornadas, en ferias, en concursos morfológicos, dirigiendo ganaderías…? Todo se reduce al lugar que se les había dado hasta ahora.

Resulta evidente el cambio de paradigma que se está produciendo y que va en consonancia con la evolución de la sociedad. Sin duda, su labor nunca ha sido indiferente y, contra la invisibilidad de un trabajo imprescindible, cada día son más las que se erigen como verdaderas referentes que rompen techos de cristal, eliminan brechas salariales e inclinan la balanza para equilibrar las oportunidades a las que tienen acceso unos y otras.

Ganaderas y veterinarias, comerciales y responsables de empresas de servicios, profesoras y estudiantes de ramas relacionadas con este ámbito… Mujeres con distintas vivencias e inquietudes, de edades dispares y con perspectivas diferentes nos hablan en primera persona de las luces y sombras de su experiencia profesional, así como de cómo lleva el sector productor la promoción de la igualdad, un derecho humano fundamental que, según los últimos datos del CIS, en algunos ámbitos empieza a parecer… “excesivo”.

EN CIFRAS

En una encuesta realizada en 2022 por controladores de Africor Lugo en 1.150 granjas asociadas, se refleja que, del total de personal trabajando en ellas (3.094 personas, entre propietarios únicos, miembros de sociedades y trabajadores por cuenta ajena), un 34 % son mujeres.

Así mismo, cabe destacar el volumen de controladoras lácteas en esta provincia: 33 de los 49 empleados son mujeres (67 %).  

Por otra parte, la Asociación Nacional de Especialistas de Medicina Bovina de España (Anembe) apunta que, de las 1.055 personas que están asociadas en la actualidad, 230 son mujeres (un 21,8 %).

Un dato que rompe un poco con esta tendencia es el que se refiere a las futuras profesionales veterinarias. La Facultad de Veterinaria de Lugo estima que, de sus 680 estudiantes, un 80 % son mujeres. Más concretamente, del total de educandos, un 30 % apuesta por centrarse en grandes animales y, de estos, se estima que un 60 % son mujeres, unas cifras que, señalan desde el decanato, no son la excepción, sino la norma en la última década. Por otra parte, en este centro, de las 72 personas que imparten docencia, 34 son profesoras y, de ellas, 9 están enfocadas en la rama de la producción.


 

 

VERÓNICA RODRÍGUEZ. Ganadera. Ganadería Verica (A Pastoriza, Lugo)

“Desde que yo empecé hasta hoy, la situación ha cambiado mucho”, valora Verónica Rodríguez al preguntarle por la evolución del rol de la mujer dentro de una ganadería. “Antes, lo normal era tener un papel más secundario; hoy ya es más habitual que cojamos el timón, que seamos una cara visible en la granja”. La educación, destaca, ha sido un factor clave para esta transformación: “Está habiendo otra tendencia, la igualdad se empieza a notar, y estoy segura de que se notará muchísimo más”.

En el caso de Verónica, su relación con el sector es la más tradicional: viene de familia ganadera, con 18 años se incorporó a la explotación familiar y, con 32, creó una sociedad con otros dos socios. Concretamente, en 2014 se hizo efectiva la unión de las ganaderías Casa de Riquiño y Casa dos Poles. Así nació Ganadería Verica, de la que es propietaria junto con Carolina Valderrama y Enrique Fernández.

“Cada vez hay más empleadas en las granjas, algo que, sin irnos muy atrás, te diría que en los últimos cinco años se ha notado mucho"

Esta granja cuenta, a mayores, con otras dos personas en plantilla, una mujer y un hombre. “Nunca hemos hecho ninguna distinción, ni con nuestro personal, ni con los servicios externos. El único criterio es que hagan su trabajo lo mejor posible”, remarca. “De hecho, creo que, en general, cada vez hay más empleadas en las granjas, algo que, sin irnos muy atrás, te diría que en los últimos cinco años se ha notado muchísimo. Antes era poco común… ¡a quién se le ocurriría contratar a una trabajadora, vamos!”.

En cuanto al reparto de tareas, explica Rodríguez que no hay grandes diferencias entre ellos, más allá de la franja horaria en la que trabajen: “Desde hace un año hacemos turnos. En el de mañana hay tres personas y en el de tarde, dos. Rotamos cada semana; entonces, dependiendo de eso, cada uno lleva unas tareas. Al final, hacemos todos de todo”.

Precisamente hablando de los factores que pueden hacer que más mujeres se interesen por este sector, Rodríguez alude a la mejora que experimentaron en Verica al pasar a trabajar por turnos: “Tener un horario seguido te permite otra flexibilidad para organizarte, para conciliar, o incluso para el ocio; quizás apuestas como estas, junto con la tecnificación de las granjas, puedan ayudar a que se interesen más por este trabajo y no lo vean como algo tan complicado o tan duro”.

En cuanto al trato recibido como mujer a la hora de trabajar, hace un matiz: “En el día a día yo no puedo hablar de que haya diferencias”, afirma, si bien apunta que todavía recibe comentarios puntuales que tienden a infravalorar su papel dentro del negocio: “Es verdad que a veces llega a la ganadería algún comercial nuevo y lo primero que hace es preguntar por ‘el jefe’. Entonces, tanto Carolina como yo le contestamos que el jefe no está, pero sí las jefas”, resume.

Una situación en la que notó especialmente diferencias de trato se dio con un antiguo empleado, que tenía cierta reticencia a aceptar sus indicaciones: “Digamos que un trabajador que teníamos antes prefería hacerle más caso a Enrique que a nosotras dos…”, cuenta. “Ahora, no es el caso. El equipo que tenemos trabaja en perfecta sintonía”.

Apunta Verónica que, según su experiencia, el papel de la mujer dentro de la granja ha ido cambiando a medida que cambiaba la visión que se tiene del sector productor, así como su tecnificación. “Antes, en una familia ganadera con un hijo y una hija, se le inculcaba al chico que se quedase en el negocio y a la chica que no, que estudiase”, apunta. “Hoy no percibo que pase esto, creo que se les dan las mismas oportunidades, independientemente de si son hombres o mujeres; lo que se busca es que hagan lo que les gusta. También influye el hecho de que ahora esto está mucho más profesionalizado y que quien se queda en este negocio no lo hace porque no tenga otras opciones”.

“Se ha mejorado mucho en términos de igualdad, pero está claro que queda trabajo por hacer y que a las siguientes generaciones las tenemos que seguir educando en ese sentido”, valora, al tiempo que remarca que, en el caso de Verica, “quizás nosotros tenemos la mente más abierta hacia este tema porque nuestro socio siempre nos da dado nuestro lugar, tanto Carolina como yo nos hemos sentido siempre muy apoyadas por él. Si esa fuera la tónica dominante, las cosas mejorarían más rápidamente”.


 

 

ALBA LÓPEZ. Estudiante del Ciclo Superior de Ganadería y Asistencia en Sanidad Animal. Ganadería Quintián (O Páramo, Lugo)

Alba empezó a estudiar Veterinaria en Valencia, pero su amor por Galicia la hizo regresar antes de tiempo. Ahora cursa el Ciclo Superior de Ganadería y Asistencia en Sanidad Animal en la EFA Fonteboa y, tras esto, tiene intención de retomar sus estudios de grado, esta vez en la Facultad de Veterinaria de Lugo.

“Creo que aquí, como en cualquier otro sector, la formación es súper importante. El éxito de nuestro trabajo pasa por hacer una buena gestión y, para eso, es necesario prepararse”, afirma. Por ello, “tanto por iniciativa propia, como por lo que me inculcaron en casa, decidí formarme lo mejor posible antes de introducirme profesionalmente en el sector primario, en el que espero ejercer como veterinaria y continuar con el legado familiar, en la ganadería”.

Lo suyo es vocación pura y dura. Siempre estuvo muy interesada en los animales en general y en las vacas en particular y desde muy joven se involucró en la ganadería familiar, Quintián, en donde, además de producir, también comercializan directamente leche fresca y quesos.

En Fonteboa, nota diferencias en la presencia de chicos y chicas en función del tipo de formación: “Hay cursos de FP básica en los que no hay más que dos o tres chicas”. En la formación superior, la balanza está más equilibrada, aunque, en su clase, compuesta por 22 personas, solo ella y otra compañera tienen intención de quedarse en el sector productor. Con un volumen de relevo generacional tan escaso, “diría que hasta te valoran más por estar ahí, formándote y apostando por incorporarte”, apunta.

Hablando de equidad dentro del sector, opina que no se puede hablar de igualdad real: “Ellos y nosotras sí tenemos las mismas oportunidades, pero no igualdad de trato; es algo en lo que estamos mejorando, pero es necesario recalcar que, hoy en día, todavía no es un hecho”.

Al igual que comentaba Verónica, Alba también alude a una situación habitual relacionada con el trato recibido por parte algunos proveedores: “Llegan a la granja y preguntan por el jefe, o se dirigen a ti y te llaman ‘María’… ¿Qué ‘María’?”, se ríe. “Son detalles que se ven a diario y es una tendencia que hay que cortar. En ese sentido, mi madre, que es muy reivindicativa, siempre me ha enseñado la importancia de hacernos valer y, para eso, no hacen falta malas palabras ni crucificar a nadie, basta con explicar con educación que en tu negocio también hay jefas”.

“Nuestra capacidad siempre ha sido tan buena como la de cualquier hombre, lo que pienso que cambia ahora es que estamos tomando más la iniciativa, somos una parte más del equipo que integra una granja”, reflexiona, al tiempo que apunta que, en ocasiones, hay quienes se ponen la zancadilla a sí mismas: “Se habla de machismo ligado a los hombres, pero, a veces, muchos micromachismos los retroalimentamos nosotras”. Para erradicarlo, subraya, la educación debe ser la base.

“Mi madre siempre me ha enseñado la importancia de hacernos valer y, para eso, no hacen falta malas palabras ni crucificar a nadie, basta con explicar que en tu negocio también hay jefas"

En unos tiempos en los que la tendencia es abandonar el sector, Alba se desmarca y afirma que “hay que ser optimista, pero también tener los pies en la tierra, porque lo cierto es que no tenemos grandes facilidades en cuanto a formación y a medios que nos puedan animar a apostar por un futuro en el rural”, expone.

Respecto a esto, se muestra crítica con la discriminación positiva que se produce a la hora de adjudicar subvenciones en las que puntúa –como si de un “extra” se tratara– el hecho de que la entidad solicitante cuente con una mujer en plantilla: “Sí, a mí, en particular, me beneficia, ¿pero tiene un impacto real en el sector?”, cuestiona. “No creo que esos criterios a la hora de baremar vayan a hacer que chicas ajenas al campo se interesen por él, ni que vayan a ser decisivas para quienes sí queremos seguir con esto”.

Explica esta futura ganadera veterinaria que no necesita este tipo de “favores” y que, con acciones como estas, “lo que se está haciendo es tapar otras carencias”. Lo que hace falta, apunta, “es que se dote de medios al rural y que se trabaje para tender puentes entre el campo y las ciudades”.

Por estas razones, para ella la igualdad debe conseguirse desde dentro y, aunque no cree que “tengamos que demostrar nada por ser mujeres”, sí defiende que, teniendo la “libertad para ejercer nuestro trabajo, podremos dar cuenta de nuestra valía y de nuestras capacidades”.


 

 

LUISA IGLESIA. Controladora láctea de Africor Lugo

Veinticinco años lleva Luisa Iglesia trabajando como controladora láctea en la provincia de Lugo. Con orígenes en una familia ganadera, durante este tiempo ha combinado las funciones propias de controladora con colaboraciones en la preparación y el cuidado de ganado para subastas y concursos.

De su trayectoria, destaca la modernización que ha vivido el campo en las últimas décadas: “Cuando empecé, las ganaderías eran mucho más pequeñas, la media de vacas no era comparable con la actual, y la profesionalización también ha avanzado de manera notable”, explica. “Esto ha impactado en nuestro trabajo como controladores, claro; ahora se nos requiere, quizás, una mayor formación, y hemos ido incorporando nuevas tecnologías y tecnificándonos, como cualquier otro sector”. 

En lo que se refiere al reparto de tareas entre el personal de Africor Lugo –donde, por cierto, el número de trabajadoras es muy superior al de trabajadores–, los criterios que se imponen vienen, en todo caso, relacionados con distancias y con el reparto equitativo en cuanto a carga de trabajo.

“Ha habido acciones clave para impulsar que accediesen a cargos de responsabilidad más mujeres, las cuales, además de dar ejemplo, han aportado una nueva visión”

“Creo que soy muy afortunada en este sentido, porque nunca me he sentido menospreciada ni he recibido un trato desigual en el trabajo por ser mujer, ni en las granjas, ni por parte de superiores o de compañeros; creo que en Africor nunca hemos tenido ningún problema al respecto”, valora Iglesia.

No obstante, puntualiza: “En general, en lo relativo a la igualdad en el trabajo, creo que se ha avanzado mucho, y que se sigue avanzando, pero no debemos dejarlo caer en el olvido: todavía no está del todo normalizado, quedan cosas por hacer”.

Poco a poco, apunta, la situación ha ido mejorando, consecuencia de la concienciación, de un mayor acceso a la formación y de un importante cambio social. En este sentido, subraya, “la educación en igualdad es el punto de partida, debemos predicar con el ejemplo ante los más pequeños”.

Dichos avances han sido posibles gracias “a muchas mujeres que, conscientes de la situación de desigualdad que vivían, comenzaron a reclamar derechos para todas, tanto dentro como fuera del hogar”, añade. “Ha habido acciones clave para impulsar que accediesen a cargos de responsabilidad más mujeres, las cuales, además de dar ejemplo, han aportado una nueva visión”.

Concretamente, Luisa a alude Ley Orgánica 2/2007, del 22 de marzo, para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, la cual constituyó un importante paso en el compromiso de España por lograr la igualdad real, y que ha sido seguida recientemente por la aprobación, el 5 de diciembre de 2023, del anteproyecto de Ley Orgánica de representación paritaria y presencia equilibrada de mujeres y hombres.

¿Que por qué se necesitan este tipo de leyes? Luisa lo resume perfectamente: “Porque teníamos una gran desventaja”. Mientras existan medidas o sesgos en el trabajo, o en cualquier otro ámbito, que sigan criterios de género, serán necesarias normativas que ayuden a equilibrar la situación. “En el momento en el que esto ya no sea un problema (algo que algún día conseguiremos, espero), dejarán de ser necesarias”.

Hablando concretamente del sector que nos atañe, valora que, si es, en apariencia, eminentemente masculino, es porque la tradición ha llevado a que ellos fuesen las cabezas visibles, “y las mujeres, claves para el desarrollo y la evolución del agro, han hecho su parte como si no estuviesen ahí”.

¿Qué cambios ha notado, entonces, en lo que a las ganaderías se refiere? “Las mujeres ganaderas siempre han sido grandes trabajadoras y hoy, en mi opinión, además de trabajar, también deciden y gestionan”. Para Iglesia es evidente el cambio en el papel de la mujer dentro de los negocios ganaderos. “Esto también viene influido por el perfil de personas que se quedan en las granjas: lo hacen porque quieren, no porque no haya otra salida; apuestan por esto porque les gusta y porque quieren desarrollar su vida profesional en este sector. Tienen otras motivaciones”, concluye.


 

 

ISABEL VILARIÑO. Veterinaria. Coordinadora del equipo de veterinarias y veterinarios de reproducción de Aira

“Llevo ejerciendo desde los años 80, así que podemos decir que soy de la década rockera”, se presenta Isabel Vilariño, veterinaria de Aira con una amplia trayectoria profesional dentro del sector del vacuno lechero que, como introducción al tema de este reportaje, explica: “Siento que las mujeres de mi generación, y también las de una generación anterior, hemos hecho grandes aportaciones y, junto con personas del género masculino, hemos ayudado a desarrollar el país culturalmente”.

En este sentido, Vilariño valora que “desde que las mujeres han podido estudiar lo que han querido y han tenido acceso a la cultura, han sido partícipes de desarrollarla en distintos ámbitos y, concretamente, la mujer en Galicia tiene una importancia estructural inmensa en la familia, en el trabajo en las ganaderías, en la red social…”.

La protagonista de este testimonio, quien se define como una “gallega orgullosa”, estudió Veterinaria en Madrid –“por vocación improntada, de tipo genético”, resalta– y, tras desarrollar gran parte de su carrera profesional en la comunidad gallega, alaba la labor de referencia que aquí se ha hecho en cuanto a progreso y tecnificación del sector: “Ha sido un cambio exponencial, y ha ido a la par con la profesionalización de ellas y de ellos, así como con el avance social que se ha producido en el país”.

Así mismo, se muestra agradecida porque “en el camino de mi vida profesional me he encontrado con personas muy buenas e inteligentes, independientemente del trabajo que desarrollaran, que me permitieron hacer lo que yo quería: trabajar con vacas”. En concreto, rememora una anécdota de una de sus primeras clínicas: “Llegué a tratar una vaca que ya daban por muerta y, cuando el dueño, de edad avanzada, vio que el animal se recuperaba, me dijo que ‘xa dicía eu que era moi nova, pero que parecía moi intelixente’. Ese hombre se llamaba Constantino y fue uno de mis mejores aliados”.

“Siento que las mujeres de mi generación, y también de las de una generación anterior, hemos hecho grandes aportaciones [...], hemos ayudado a desarrollar el país culturalmente”

Isabel fue la primera mujer en desarrollar el programa integral de mejora genética de la raza frisona en Galicia, concretamente comenzó en la cooperativa Leitulla (que, posteriormente, se integraría en lo que hoy es Aira) y, al finalizar la primera reunión, en la que explicó al grupo de ganaderos cuál era el proyecto que quería poner en marcha, uno de los asistentes dijo que “esta muller é moi brava”; con buen humor, Vilariño recuerda: “Entonces yo pensé que todavía no sabían cuánto…”.

Colabora estrechamente con instituciones como el Ligal, ha sido responsable de calidad de Agris, ha hecho transferencia de embriones, ha trabajado en genética, ha enseñado inseminación –y, recalca, “enseñé antes inseminación a mujeres que hombres”–, ha ejercido muchos años como docente de prácticas en la Universidad de Santiago de Compostela, ha sido perito judicial, es ponente habitual en distintos congresos y conferencias organizadas por entidades públicas y privadas y se erige como una activista comprometida con el movimiento social que engloba “Una sola salud”.

Ligada fundamentalmente al sector cooperativo, afirma que en este ámbito ha tenido la fortuna de rodearse siempre de personas que le han otorgado su confianza: “Con algunas familias, he trabajado hasta con cinco generaciones. Los más mayores, cuando empecé, me llamaban ‘nena’ [niña] o ‘doctora’ y se preocupaban mucho por mí; con los ganaderos de mi edad, asumimos el reto de desarrollar profesionalmente las ganaderías y ahora, con sus hijas e hijos, continúo compartiendo conocimientos”, enuncia.

Echando la vista atrás, ve una clara evolución del cooperativismo en Galicia: “Éramos pequeños, humildes, como lo es el pueblo gallego, pero hemos ido creciendo hasta tener un gran peso, se han desarrollado estructuras paralelas que les ayudan a ser más competitivos… Creo que tienen que sentirse orgullosos de lo conseguido; yo lo estoy”, celebra.

En la actualidad, ejerce como coordinadora del equipo de reproducción de la cooperativa Aira: “Somos un grupo consolidado y muy equitativo, hay el mismo número de chicas que de chicos, y quiero destacar que es una suerte colaborar con un equipo de personas jóvenes que me aporta tantísimo y a las que espero estar trasladando parte de mi experiencia”.

Respecto a la mayor presencia, en apariencia, de hombres frente a mujeres en este sector, Isabel explica que “eso es solo la carátula” y, al preguntarle si en algún momento ha notado un trato desigual en el trabajo por cuestión de género, es rotunda: “Decir que no sería mentir, y no es una cualidad que me adorne. Otra cosa es cómo eso ha impactado en mí, y ha sido más bien nada”, remarca, señalando la importancia que tuvo en su forma de desempeñarse el apoyo que siempre recibió de su familia y las posibilidades que tuvo en cuanto al acceso a la formación y al trabajo.


 

 

MATILDE HERNÁNDEZ. Veterinaria. Directora de Campo de Naturleite (Meira, Lugo)

Con más de tres décadas de experiencia en este sector, Mati forma parte de la segunda generación de veterinarias de campo, las cuales estuvieron precedidas por "compañeras casi diez años mayores, que fueron las que realmente abrieron camino", recuerda.

Acostumbrada de niña a recorrer granjas con su padre, veterinario que comenzó a ejercer en Galicia en los años 50, decidió estudiar una carrera "que me permitiese desarrollar de esta manera mi vida profesional". Ejerció primero en la clínica de grandes animales, sobre todo vacas. Durante la época de expansión del vacuno lechero, se especializó en el área de la calidad de leche y, desde hace cinco años, trabaja en Naturleite, enfocada en el ámbito de la seguridad alimentaria. “El sector productor y el transformador van de la mano y, aunque mi labor ahora es diferente, el objetivo sigue siendo el mismo: conseguir un producto de calidad y seguro”, afirma. 

Respecto a su experiencia desenvolviéndose en una profesión históricamente masculina, destaca que nunca ha sentido especial discriminación, es más, “creo que fuimos bienvenidas y reconocidas, y a mí, personalmente, este mundo de las vacas me ha dado la oportunidad de formarme y crecer profesionalmente”. En la misma línea, puntualiza que “no es que tuviéramos que demostrar más, pero sí tuvimos que probar que sabíamos desempeñarnos en un sector en el que, al igual que pasó en otros muchos en aquellos momentos, la presencia de mujeres no era lo habitual”. 

Del mismo modo, apunta que el esfuerzo realizado por cualquier mujer para acceder a un puesto de responsabilidad debe ser el mismo que el de un hombre, esto es, dedicar más tiempo y esmero al ejercicio profesional. “La diferencia aquí está en que esta dedicación por nuestra parte, en ocasiones, no ha sido bien vista a ojos de la sociedad”, puntualiza. “Éramos malas madres, malas cuidadoras, etc. Se nos ha hecho sentir culpables por querer ejercer nuestra profesión en detrimento de atender otras labores”.

Apunta que la igualdad de oportunidades no es cosa de sectores, sino de las personas y, por lo tanto, “el mundo rural en sí no es machista o, en todo caso, lo será en tanto en cuanto existan mujeres u hombres machistas en él”. Alcanzar la equidad, así pues, está en manos de todos, “de hombres y mujeres, del campo y de las ciudades… y la base deberá ser siempre la educación”.

“El mundo rural en sí no es machista o, en todo caso, lo será en tanto en cuanto existan mujeres u hombres machistas en él”

Entre los principales hándicaps que puede encontrarse una veterinaria como ella a la hora de desarrollarse profesionalmente, Matilde alude al “pluriempleo”, algo común a cualquier gremio… “Tradicionalmente, las mujeres hemos cuidado de niños, mayores y enfermos y, cuando dimos el salto al mundo profesional, se esperaba que siguiésemos haciendo también esas otras tareas”, reflexiona, y señala este factor como uno de los limitantes en cuanto a una mayor presencia femenina en algunos trabajos o incluso en determinados eventos. Afortunadamente, añade, ese tipo de costumbres se están desechando “y, si se está haciendo, es también porque los hombres saben que, si pueden ser veterinarios, ganaderos o ingenieros, también pueden poner una lavadora o tender la ropa", bromea.

Otro escollo ante el que se encuentran muchas trabajadoras es el relacionado con la retribución salarial. “Todo el mundo trabaja por algo”, remarca Matilde, “y para que la mujer pueda seguir desarrollándose profesionalmente es clave eliminar la brecha salarial; no podemos olvidar que, además de poder acceder a puestos de mayor responsabilidad, también necesitamos una remuneración en la que no se hagan distinciones entre unos y otras”.

En definitiva, Mati aboga por proyectarse “como lo que somos, y de ninguna manera somos la parte débil, sino una parte trabajadora más”, así como por no ponerse límites y atreverse a romper techos de cristal. “También es importante cómo te perciben, por supuesto; por eso es tan importante la educación, y ahí la sociedad y, sobre todo, las familias tienen mucha responsabilidad”.


 

 

YOMAR GERPE. Comercial. Elmega (Santa Comba, A Coruña)

Con la incorporación de Yomar a Elmega hace tres años, se abrió un nuevo capítulo referente a la tercera generación dentro de esta empresa familiar que, en la actualidad, están gestionando dos mujeres: María José y Soraya Otero, madre y prima de Yomar, respectivamente.

Si decidió apostar por integrarse en el negocio, señala, fue por el apoyo de su familia en general y de su abuelo, José Luis Otero, muy en particular: “Él fue uno de los fundadores y gran comercial en su época; me vendió muy bien la idea de dar continuidad a la empresa de la mano de mis padres y mis primos, y por eso estoy en ella, aprendiendo de su veteranía y aportando ideas frescas”.

Se presenta diciendo que su experiencia “es corta, pero ambiciosa”, y no le falta razón. Con anterioridad, estuvo en Reino Unido, instalando pistolas de limpieza de pezones para vacas, y, antes de eso, dedicó unos años a formarse en fabricación, realizando dos ciclos superiores: uno en programación de la producción en fabricación mecánica y otro de diseño industrial.

En el primero de ellos era la única mujer en una clase de 22 personas y la experiencia fue cuanto menos desafiante. “Tuve que esforzarme mucho más que algún compañero para, según ellos, dar la talla”, explica. “Sea como fuere, conseguí superar todos los retos, demostré que podía hacerlo”, zanja, al tiempo que destaca la confianza y los ánimos que recibió en aquellos momentos por parte de su abuelo. “Me dijo que era perfectamente capaz, y tenía razón. De hecho, en la clase de fabricación, por ejemplo, en la que usábamos tornos y fresadoras, fui una de las notas más altas, lo que creo que es una prueba de que cualquier mujer que le ponga ganas puede hacer el mismo trabajo que un hombre de igual manera, si no mejor”.

Una parte de sus funciones está relacionada con la participación en ferias agrícolas y de maquinaria, en donde, apunta, “la presencia de mujeres todavía es significativamente menor”, si bien, en general, “en los últimos cinco años noto una evolución en el sector, reflejo también del cambio que se está produciendo en la sociedad, y cada vez hay más mujeres desarrollando un rol de liderazgo. Aunque queda mucho camino por recorrer, también creo que se ha hecho ya mucho en este sentido”.

Aludiendo a lo comentado por otras entrevistadas de este reportaje respecto al trato de algunos comerciales a su llegada a las ganaderías, Gerpe es rotunda: “A mí me da igual con quién tratar. Me dirijo a cualquier cliente por igual y si, por ejemplo, es el caso de una pareja, siempre consensuo con ambos la decisión final”.

En cuanto al desarrollo de su actividad profesional, señala que nunca ha experimentado una diferencia de trato notable, aunque “a veces, llego a alguna granja para repartir, por ejemplo, un arrimador de comida, y en seguida se acercan para ayudarme a hacer algo que, en realidad, forma parte de mis funciones”, razona. “Después, cuando me ven tan suelta, haciéndolo, ¡se sorprenden!”, ríe. “Este tipo de cosas no son más que un estigma social que estamos erradicando día a día, poniéndole ganas a nuestro trabajo”.

Así y todo, cree que la posible falta de confianza respecto a su desempeño profesional no suele ir tan ligada a su género como a su edad: “Yo lo relaciono más bien con la falta de experiencia y, en ese sentido, me parece perfectamente normal que confíen más en el bagaje que puedan tener en este sector mis padres, por ejemplo”.

“Las mujeres sí tenemos que esforzarnos más para demostrar nuestra valía en este sector. Haciéndolo, abrimos camino, callamos bocas y derribamos muchas barreras”

La necesidad de trabajar para equiparar la presencia de mujeres en todos los ámbitos, dice Gerpe, es algo que se debe hacer a nivel general. Respecto a su caso en concreto, “considero sinceramente que, en un sector como este, que se puede considerar más bien masculino, las mujeres sí tenemos que esforzarnos más para demostrar nuestra valía”, pero ese esfuerzo, afirma, merece la pena: “Haciéndolo, abrimos camino, callamos bocas y derribamos muchas barreras”.


 

 

GEMA DOVAL. Copropietaria de la empresa de servicios agrícolas Nogueira e Xeixo (A Pastoriza, Lugo)

“Por lo que veo a mi alrededor, no somos muchas las mujeres que trabajamos con maquinaria agrícola, pese a que estamos igual de capacitadas para hacerlo”, introduce Gema Doval, propietaria, junto con su pareja, desde 2011 de la empresa de servicios agrícolas Nogueira e Xeixo, en donde combina las tareas administrativas con el soporte en campo –fundamentalmente realizando labores de encintado– en las épocas de mayor carga de trabajo.

Los motivos para esta falta de presencia femenina en su sector no tienen mayor explicación, más allá de la tradición: “Sé que lo típico siempre ha sido que sean los hombres los que muevan maquinaria, pero con el tipo de equipos que hay hoy en día, tenemos las mismas facilidades para manejarlos hombres y mujeres”, recuerda. Ni unas ni los otros tienen, per se, mayores capacidades, sino que se trata de una cuestión relacionada con las habilidades propias de cada persona.

Aludiendo a un argumento habitual, relacionado con la fuerza física, Gema no obvia que, para determinadas prácticas, requiere de sus compañeros: “Ayudarles a enganchar, por ejemplo, es más complicado, porque no tengo la misma complexión que un hombre, pero ¿respecto a conducir y hacer los trabajos? ¡Nosotras también los podemos hacer perfectamente!”.

Valora que, en lo que se refiere a sus compañeros, nunca ha percibido ningún tipo de trato diferente. Por el contrario, no siempre ocurre lo mismo de puertas para fuera: “Cuando llegas a una granja nueva, hasta que no ven tu trabajo hecho dudan de que lo vayas a hacer correctamente. Eso sí me ha pasado”, explica. “Parece que, por ser mujer, tienes que demostrar más tus capacidades de entrada", reflexiona.

Sin embargo, señala que esta tendencia cada vez es menos común y que se suele dar en personas de más edad, acostumbradas a los roles más tradicionales y que no son clientes habituales: “La gente más joven creo que ya no se plantea este tipo de cuestiones; ni mucho menos las ganaderías que ya nos conocen y que llevan años confiando en nosotros”.

En la misma línea, señala que no percibe diferencia alguna en cuanto al trato por parte de los comerciales: “Da igual si cuando llegan está Diego o estoy yo, aunque, por ejemplo, si vamos a adquirir maquinaria, quizás sí es habitual que, por las tareas que desempeñamos cada uno, lo gestionen primero con él, aunque después la decisión de la compra siempre es conjunta, lógicamente”.

Que queda mucho por andar para equilibrar la proporción de mujeres y hombres en este sector resulta evidente: “Desde luego que hay mucho margen para la presencia de compañeras en este trabajo; todavía sigue siendo difícil encontrar una mujer chófer, por ejemplo”, destaca Gema, algo que extrapola al resto de las áreas con las que interactúan. “Todos nuestros comerciales de maquinaria son hombres, y es la tendencia habitual. Te diría que, como mucho, viene alguna mujer de empresas de recambios, o de aceites”.

“Cuando llegas a una granja nueva, hasta que no ven tu trabajo hecho dudan de que lo vayas a hacer correctamente, de entrada, tienes que demostrar más tus capacidades”

En Nogueira e Xeixo están más que dispuestos a aportar su grano de arena para que esta tendencia cambie: “Tenemos varias ofertas de trabajo y nos da igual si se postula un chico o una chica, lo que queremos es gente que quiera trabajar”, remarca Gema.

Hablando de las ganaderías a las que presta servicio y, en general, del rol de la mujer dentro de las granjas, destaca el cambio que se está produciendo: “La mujer siempre ha tenido un papel importante en las granjas, a pesar de que a lo mejor no era la que daba la cara. Me alegro de que esto esté cambiando y que cada vez sean más las que toman la iniciativa de formar SAT o cooperativas”, celebra. “Me gustaría animar a las mujeres rurales a que sigan haciendo su trabajo, porque si el rural muere, esto se acaba, nos morimos todos”, añade, recordando que el trabajo de cada eslabón de la cadena es imprescindible.


 

 

MARTA MIRANDA. Catedrática del Departamento de Anatomía, Producción Animal y Ciencias Clínicas Veterinarias de la Facultad de Veterinaria de Lugo (Universidad de Santiago de Compostela)

Cuenta Marta Miranda que, cuando dejó su Asturias natal en octubre de 1989 para estudiar Veterinaria en Lugo, un profesor les explicó que eran la primera promoción de la carrera en la que el porcentaje de alumnos y alumnas estaba equilibrado. Tras su incorporación como docente en el 2000 fue apreciando cómo esto iba variando hasta los datos actuales, en los que la presencia femenina triplica a la masculina en sus aulas.

Respecto a lo que sería la dedicación a grandes animales, explica que las cosas han cambiado en las últimas décadas: “Cuando yo comencé la carrera, muchas personas, tanto hombres como mujeres, tenían dentro de sus primeros objetivos como salidas profesionales dedicarse a ser veterinario de campo. Hoy en día, el porcentaje que quiere dedicarse a animales de producción es muy bajo. De hecho, es un tema muy preocupante”, advierte.

De familia ganadera y ligada a la docencia en grandes animales desde hace casi tres décadas, Miranda ha estado también vinculada al Hospital Veterinario Rof Codina y tiene experiencia haciendo sustituciones, principalmente en clínica de vacuno, de las que guarda alguna anécdota de sus primeros años...

“Algún fin de semana, haciendo el circuito habitual de mi hermano, que también es veterinario, cuando me veían llegar a mí para inseminar desconfiaban, era típico; por eso, después me satisfacía mucho ir a hacer la cesárea y poder decirles ‘mirad si quedó preñada… ¡y bien preñada!’”. No obstante, remarca Miranda que este tipo de recelos son ya cosa del pasado: “Creo que era algo que pasaba hace años y que ahora algo así muchos ganaderos ya ni se lo plantearían; además, también influye la edad, porque cuando estás empezando, independientemente de si eres chico o chica, parece que tienes que hacerte valer un poco para que te respeten”, apunta.

“Cuando me veían llegar a mí para inseminar desconfiaban, era típico; por eso, después me satisfacía mucho ir a hacer la cesárea y poder decirles 'Mirad sí quedó preñada.. ¡y bien preñada!'”

Hablando de la importancia de poner sobre la mesa el debate respecto a la igualdad de oportunidades en el trabajo, señala que “es una necesidad que se avance en ese sentido” y valora positivamente la creciente presencia de mujeres “en prácticamente todos los sectores, lo que es bueno para la sociedad en general”, si bien lamenta que en determinadas ocasiones el “ruido de fondo” pueda empañar los logros conseguidos.

Refiriéndose más concretamente al cambio experimentado en el papel de la mujer trabajadora de este sector, celebra lo alcanzado tras “muchos años rodando” y recuerda que, en este momento, al frente de las ganaderías “hay grandes profesionales, hombres y mujeres, que se han formado, que conocen el sector y que son quienes están marcando el camino a seguir”. En la misma línea, refiriéndose al cambio de funciones dentro de los negocios, explica que, según su propia experiencia, “quizás sea un tema que haya ido un poco por zonas”, si bien en la actualidad la tendencia es encontrarse con un reparto más equitativo.

“Lo que sí creo que ha sido siempre habitual es que la mujer sea la que lleve la parte fina de la granja, como el ordeño, por ejemplo, en donde son cruciales la limpieza y la protocolización”. Esta función, tradicionalmente, debía ser combinada con otras labores: “Esto fue algo que viví personalmente, ya que mi madre, además de trabajar en la ganadería, asumía los deberes familiares y atendía la casa”.

Los tiempos cambian, los roles también. “Las nuevas generaciones, las nuevas ganaderas, son las que tienen el trabajo de buscar una mayor visibilización, ya lo están haciendo; cada vez son más las que lideran auténticos proyectos en el rural”.

Para que esta tendencia vaya al alza, apunta esta docente que una de las claves está en trasladar a las administraciones la necesidad de establecer como una de sus líneas centrales de actuación la potenciación del sector productor, así como ser conscientes de que “la mujer tiene un papel importantísimo, tanto a nivel social como laboral, y que, por lo tanto, nuestra aportación será clave para el desarrollo del rural”.


CONTRA LA DISCRIMINACIÓN, OJO CRÍTICO

España todavía arrastra una cultura notablemente patriarcal. Lo afirma la directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidad de A Coruña Teresa Piñeiro, y no se refiere al sector productor en particular, sino que recalca que se trata de una tendencia general: “La organización de los roles dentro de la familia, por ejemplo, todavía está bastante marcada por cuestiones de género. Las labores del hombre están más vinculadas a la economía, a la alta gestión, y los roles de la mujer tienen que ver con la organización familiar y con la administración de los presupuestos domésticos”.

No obstante, está claro que los movimientos en defensa de la igualdad están calando hondo. Es el signo de los tiempos. “Cada vez somos más conscientes de esta desigualdad; es una realidad que hasta hace relativamente poco no se debatía”, apunta Piñeiro. En lo que se refiere al trabajo, progresivamente han ido quedando patentes las diferencias existentes en cuanto al salario, a las posibilidades de ascenso o al tipo de trato recibido en el día a día.

“Lo que ocurre es que muchas veces nos centramos en las acciones más graves y pasamos por alto actitudes como la infantilización, o que se hagan comentarios jocosos cuando quien interviene es una mujer”, subraya la directora del Centro, al tiempo que recuerda que la discriminación también puede ser positiva.

Un buen truco para dictaminar si algo es o no discriminatorio es cambiarlo de sexo para ver si suena “raro”. Si alguien llega a un negocio y dice ‘solo quiero hablar con él’, ¿tiene las mismas connotaciones que decir ‘solo quiero hablar con ella’? Si tras tomar la palabra una compañera en una reunión formal alguien dice ‘mírala, qué bien habla’, ¿tendría la misma intención si se le dijese a un compañero? ¿Tendría cabida siquiera ese comentario dirigido a un hombre?

El género nos marca y, en muchos contextos, define todavía la manera en que se dirigen a uno. En ocasiones, incluso puede estar interrelacionado con otras variables, como, por ejemplo, la edad.

La realidad es que lo que determina verdaderamente las aptitudes de una persona son cuestiones relacionadas con características de su vida, con su educación o con habilidades que bien le pueden ser innatas. “La discriminación está en presuponer que un hombre o una mujer va a ser mejor o peor en una labor determinada por razones ligadas a su sexo”, zanja Piñeiro.