La Ganadería Bourio encarna uno de los modelos de granjas lecheras del futuro: una empresa familiar dirigida por un joven ganadero que ha sabido conservar la tradición con la implementación de las últimas tecnologías, como la robotización del ordeño o la gestión de datos, para lograr un mayor bienestar animal y una producción más eficiente. Más en Vaca Pinta 52.
Localización: Castropol (Asturias)
Propietarios: Javier Fernández, Ludi Fernández y David Fernández
N.º total de animales: 210
Vacas en ordeño: 120
Media de producción: 38,5 l/vaca/día
Porcentaje de grasa: 4,00 %
Porcentaje de proteína: 3,50 %
RCS: 190.000 cél./ml
Venta de la leche: Campoastur
Precio de la leche: 0,47 €/l
Justo en la frontera entre Galicia y Asturias, dos regiones ganaderas por excelencia y muy dedicadas al vacuno de leche, concretamente en el municipio asturiano de Castropol, a orillas del mar Cantábrico, se encuentra la Ganadería Bourio, un negocio familiar con años de trayectoria y crecimiento que a día de hoy dirige David Fernández, junto a sus padres Javier y Ludi.
Al llegar, apreciamos el cuidado de las nuevas instalaciones de la granja y nos recibe el joven ganadero, que, con tan solo 27 años, lleva ya al mando del rebaño unos seis años. “Yo tuve claro desde siempre que a mí me gustaban las vacas y que me quería quedar aquí”, aclara. Cursó el Ciclo Superior de Ganadería y Asistencia en Sanidad Animal en el Centro de Promoción Rural-EFA Fonteboa, de Coristanco (A Coruña) y, tras finalizar estos estudios, se incorporó a la ganadería en 2019.
En aquel momento, la nave actual ya estaba construida desde 2002 y lo que hicieron con su incorporación fueron la zona de almacén, la de secas y preparto y la instalación de los robots de ordeño.
La historia de la granja se remonta a los años 60, cuando los abuelos de David comenzaron con una sola vaca para autoconsumo. Con el tiempo, la venta de leche fue ganando protagonismo y en los años 80 su padre decidió profesionalizar la explotación. “Él ya empezó a comprar vacas tras un vacío sanitario y levantó una primera nave para 40 cubículos”, recuerda David. Pasados unos años, llevó a cabo una ampliación para 70 animales y la última mejora fue la del 2002, para dejarla tal y como es hoy en día.
TECNOLOGÍA AL SERVICIO DEL BIENESTAR ANIMAL
Actualmente, la ganadería cuenta con 210 animales, de los cuales 140 son vacas madres y 120 están en lactación. “La cifra de producción media está en 38,5 litros por vaca y día, con unas calidades de un 4 % de grasa y un 3,50% de proteína”, explica David, que trabaja con datos en tiempo real gracias al sistema informatizado de los robots y a los collares de monitorización.
En la nave principal, divide al rebaño en dos partes. A un lado, descansan las vacas secas y el preparto en cama caliente con serrín y, al otro, están las vacas en lactación con acceso a 120 cubículos con camas de carbonato y serrín.
“Decidimos apostar por la cama caliente porque creímos que a la hora del parto las vacas están mucho más tranquilas y con menos estrés; por el contrario, las camas de las productoras aportan de la otra manera mayor limpieza y comodidad”, diferencia David.
Por una parte, rellenan la cama caliente cada dos meses y con el tránsito de los animales se va mezclando sola y haciendo un colchón grueso y seco; por otra, encaman los cubículos cada 15 días y los limpian a diario.
Las productoras se encuentran con los bebederos salpicados por los pasillos para favorecer así la circulación de los animales a los robots de ordeño y la limpieza es automática, con arrobaderas de cable, que pasan cada cuatro horas. El estiércol se dirige a una fosa única y cubierta de 1.200.000 litros de capacidad.
Para un mayor bienestar animal, instalaron tres cepillos rascadores, “que las mantienen muy limpias, además de rascarlas”, y un sistema de ventiladores para dar solución al estrés por calor que sufrían en verano. “Estamos muy cerca de la costa y, aunque aquí los veranos no son demasiado calurosos, sí que sufrimos mucho la humedad”, reconoce el asturiano. Tanto es así que veían a los animales bastante fatigados y las cifras de producción y de fertilidad se resentían bastante. “Tras su instalación, notamos mucho el confort y esos problemas desaparecieron”, destaca David.
El cow confort es uno de los puntos principales que definen a la Ganadería Bourio, junto a la buena genética y a la alimentación de calidad.
Precisamente, pensando en el bie-nestar de sus vacas dieron el paso al ordeño robotizado. “Queríamos conseguir un tercer ordeño y, en consecuencia, aumentar la producción”, explica.
Antes trabajaban con una sala de ordeño antigua, con medidores volumétricos y 20 puntos de ordeño, pero en febrero de 2022 comenzaron a ordeñar con dos robots. “El robot nos permite más flexibilidad, mejor manejo y un tercer ordeño que repercute directamente en la producción y en la salud de la ubre”, detalla David.
Las vacas se ordeñan una media de 2,9 veces al día, lo que les permite “estar menos tiempo con leche en la ubre”. Además, el registro exhaustivo de datos sobre los animales les aporta un mayor control de su actividad y de los celos, sobre todo cuando no están en la granja, son capaces de anticiparse a muchos problemas y de detectar celos que no verían.
RECRÍA EXTERNALIZADA Y CONTROL REPRODUCTIVO
Para optimizar el espacio y los recursos, externalizaron la recría hace muchos años, “desde que comenzó a trabajar el Rancho Las Nieves”. A los 15 días de vida, las terneras se marchan de Castropol a Zaragoza y vuelven unos dos meses antes del parto. “No tenemos espacio suficiente, base territorial ni mano de obra extra para hacerlo nosotros. Externalizar es más cómodo, nos garantiza un buen manejo y nos ofrece una solución a esa problemática”, detalla David.
Cuando nace un nuevo ternero lo mantienen 15 días en un box individual. Le suministran calostro de la madre los tres primeros días y, después, lo alimentan con leche compuesta.
En cuanto a reproducción, están logrando una media de 1,2 inseminaciones por preñez en novillas y de 1,9 en vacas, con un intervalo entre partos muy controlado de 365 días: “Usamos los collares para la detección de celos, aunque también tiramos de sincronización cuando hace falta”.
Las novillas están siendo inseminadas a los 13 meses de media, “dependiendo de su condición corporal” y están logrando un promedio de 22,9 meses al primer parto. La media de número de partos del rebaño es de 2,5 por vaca.
GENÉTICA ADAPTADA A LOS ROBOTS
El progreso genético en Ganadería Bourio ha sido siempre un factor fundamental para conseguir, como dice David, “animales sanos, fuertes y cada vez más longevos”, sin perder nunca de vista las altas producciones, tanto en litros de leche como en calidades, ni la morfología.
A todo ello, desde que robotizaron el ordeño, han añadido varios criterios más, los cuales les permiten ser más eficientes y optimizar mejor su rebaño y sus rendimientos. “Ponemos mucho énfasis –indica– en tener animales con buenas ubres, velocidad de ordeño y morfología adaptada al robot”.
Entre sementales genómicos y probados no hacen apenas diferenciación, más bien se fijan en si cumplen con los rasgos que buscan. Si un toro concreto les funciona bien y sigue estando a disposición, no lo descartan por ser probado.
Usan semen sexado para la primera inseminación de todas las novillas, convencional para el segundo intento y cruce con carne a partir de la tercera inseminación. En las vacas ponen convencional las tres primeras veces y, si no hay preñez, repiten con carne. “Para el cruce nos decantamos por azul belga, porque sale más económico, o angus, porque aporta bastante fertilidad”, afirma.
Todos los cruces y los terneros se venden y el resto de la recría se queda en la ganadería, porque “estamos descartando aquellos animales que se adaptan peor al ordeño robotizado y, en el proceso de esa limpieza, absorbemos a toda nuestra recría”.
A día de hoy, tienen una media morfológica de 80,2 puntos.
BASE TERRITORIAL Y ALIMENTACIÓN KM0
Ganadería Bourio gestiona unas 60 hectáreas de terreno alrededor de la nave, lo que les permite obtener sus propios forrajes con costes mínimos y grandes rendimientos. Destinan unas 40 ha a la rotación de cultivos de maíz y mezclas de cereales, avena y leguminosas o raigrás.
Su costumbre había sido desde siempre el cultivo de raigrás, porque “hacíamos un corte y nos daba grandes cantidades de alimento”, pero las exigencias de la Política Agraria Común les ha hecho dar el paso a la alternancia con cultivos de cereales mezclados con leguminosas y avena. “Probamos un año y comprobamos que podíamos conseguir altas producciones con importantes calidades y decidimos reservar más terreno para mejorar nuestras raciones”, aclara David, quien confirma que continúan haciendo un solo corte para el raigrás y para este tipo de mezcla, cultivos que ensilan en conjunto.
Para el maíz tienen que jugar mucho con la altitud de sus fincas: “En las zonas de menor altitud estamos sembrando un ciclo 500 y en las más altas, un 400 un poco largo, para así poder cosecharlo en los mismos días”.
Gracias a esta estrategia, logran unos rendimientos medios de 50 toneladas por hectárea en maíz y 25 t/ha en hierba. Además, aprovechan el purín como fertilizante, lo que les permite vaciar las fosas y cerrar el ciclo sin necesidad de otras gestiones. Según David, “echamos purín en las fincas cuando se va a sembrar el maíz o la hierba y, en invierno, hacemos otro pase a mayores para reducir la cantidad de químicos”.
Para las tareas de las campañas, echan mano de empresas externas, ellos mismos solo tienen la maquinaria básica para las labores diarias de la granja.
La base de la alimentación de las vacas productoras de Bourio es una ración unifeed que mezcla forrajes y concentrado, y que se complementa con el pienso suministrado en el robot. En el momento de nuestra visita, esta ración estaba compuesta por 30 kg de silo de maíz, 12 kg de silo de hierba y 8 kg de concentrado. La media de pienso proporcionado en las entradas al robot era de 4 kg diarios.
Por su parte, las vacas secas comen otro preparado con 12 kg de silo de maíz, 6 kg de paja y 3 kg de pienso.
Ambas raciones son elaboradas por el carro de la cooperativa CLUN, a la pertenecen. La de producción se realiza y se reparte todos los días y la de secas, cada dos.
Además de ser socios de CLUN, también lo son de la cooperativa asturiana Campoastur, a la que venden toda su producción. “Ahora mismo nos están pagando 47 céntimos por litro más las primas por calidades y por producción”, indica David.
Campoastur es un primer comprador que vende a otras empresas, como Lactiber, en León, y a varias queserías asturianas.
“Aunque ahora estamos en un momento de precios bastante estable y cómodo para nosotros, tenemos que estar pendientes de lo que pueda venir”, alerta el ganadero. “Es cierto que cada día cierran más explotaciones, pero yo creo que este es un sector con futuro a largo plazo”.

¿Desde cuándo trabaja en esta ganadería?
El Departamento de Alimentación de CLUN lleva trabajando con Ganadería Bourio desde 2010. Antes, lo gestionaba mi compañero Ángel Miranda y, cuando él dejó de hacer las labores de alimentación, empecé yo a trabajar con Javier y con David, en el año 2020.
¿En qué consiste su asesoramiento?
Tenemos pautadas visitas con una periodicidad mensual, en las cuales revisamos y analizamos los datos, sacamos muestras de frentes y de unifeed y realizamos un repaso visual de los animales: condición corporal, salud podal… Nos solemos fijar mucho también en el llenado ruminal de las vacas secas.
¿Qué raciones están administrando?
En la ración de lactación estamos con una base forrajera grande, utilizando en la mayor parte el silo de maíz. En función de la analítica trabajamos con una horquilla de entre 28 y 32 kilos de silo de maíz. Luego, como segundo ingrediente utilizamos el silo de hierba, en torno a 8 o 12 kilos y, por último, el concentrado, entre 7,5 y 8 kilos. Puntualmente, cuando se da un año de sequía y de baja producción o la calidad del silo de hierba no acompaña, recurrimos a utilizar algo de alfalfa, entre uno y dos kilos.
En la ración de secas y novillas preparto, evitamos utilizar el silo de hierba y utilizamos una cantidad aproximada de 12 kilos de silo de maíz, 6 kilos de paja de cebada y en torno a 3,5 kg de concentrado específico de vacas secas.
Son forrajes propios de la explotación, porque consiguen muy buena calidad y en cantidad.
¿Cómo fue la adaptación al robot? ¿Qué estrategias siguieron?
Aquí se empezó de una forma un poco diferente a las demás granjas, porque justo coincidió el arranque y el periodo de entrenamiento en navidades, y Javier y David no querían empezar a ordeñar con los robots justo en esas fechas. Entonces, el periodo de entrenamiento duró más de lo normal. Estuvieron en torno a un mes o mes y medio comiendo solo pienso, lo que hizo que, cuando empezaron, las vacas asistieran muy fácil al robot.
Usamos curvas de alimentación diferentes en primerizas y en adultas. Tenemos una primera curva que trabaja con una cantidad fija en función de los días en leche y, en el momento en que los animales alcanzan el pico, damos pienso en función de la producción.
¿Están intentando mejorar algún aspecto?
Estamos centrándonos en dos asuntos: aumentar la producción por hectárea y mejorar el valor nutritivo de los forrajes, poniendo el punto de mira en su digestibilidad.
¿Qué importancia tiene la calidad de los forrajes?
Como decía, por un lado, estamos intentando maximizar la producción por hectárea, para tener un menor coste de forraje en la ración, por kilo o por tonelada; por otro, mejorar la digestibilidad y el valor nutricional nos va a proporcionar una mayor productividad en los animales. Por lo tanto, todo ello aportará un menor coste de producción por litro.
¿Por qué cree necesario este tipo de asesoramiento? ¿Cómo puede mejorar la rentabilidad?
En definitiva, maximizar la producción, mejorar la digestibilidad, aumentar la producción por hectárea y centrarnos también en el manejo para tener una mayor producción vitalicia facilitará conseguir un mayor beneficio y un mayor margen. Al final, las ganaderías son empresas y lo que buscamos es rentabilidad.
CON LOS PIES EN LA TIERRA
A pesar del crecimiento y la modernización, David no planea ampliar a corto plazo. “Nuestro objetivo ahora no es crecer más, sino consolidar lo que tenemos, mejorar el manejo, el bienestar animal, y mantener la rentabilidad y vivir con calidad de vida. Crecer por crecer –añade– no siempre es la mejor opción”.
Lo que sí tiene en mente son dos posibles cambios: los equipos de frío, “porque los que tenemos se nos están quedando pequeños”, y los cubículos flexibles, “para seguir premiando el confort de nuestros animales”.
La de ganadero es una profesión que le ha gustado a David desde siempre, por lo que ver que el trabajo bien hecho da resultados lo motiva a confiar en un futuro con grandes éxitos.
Así, Ganadería Bourio es el reflejo de una nueva generación de ganaderos jóvenes, formados y comprometidos, que apuestan por un modelo productivo eficiente, responsable y sostenible.