Fernando Estellés, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Animal de la Universidad Politécnica de Valencia, fue otro de los presentes en las XIX Jornadas Técnicas de Vacuno de Leche de Seragro, tratadas en el número 35 de Vaca Pinta. Su exposición ahondó en la relación del sector agroganadero y su impacto en la huella de carbono.
¿Cuáles son los conceptos básicos que hay que asociar a la huella de carbono?
La huella de carbono no es más que una forma de intentar medir la contaminación, ver cuál es la contribución de nuestro producto al cambio climático. Lo más interesante es que nos permite conocer qué es lo que más afecta y, por lo tanto, saber dónde podemos reducir y qué medidas debemos tomar para ser más eficientes.
¿Es el sector productor el más contaminante?
No, no lo es. Lo que ocurre es que tenemos la “manía de comer” y producir alimentos tiene un impacto. La verdad es que hay otros sectores que tienen mucho más impacto. Por ejemplo, el 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen de producir energía. Es cierto que parte de esta energía la gastamos en la producción y en procesar los alimentos, pero quizás la agricultura no debería ser la principal atacada. Desde luego hay que ponerse las pilas, reducir las emisiones, mejorar y ser más eficientes, pero no hace falta criminalizar. En ganadería hay análisis mucho más completos que en otros sectores, se está trabajando muy bien, se han hecho los deberes para saber exactamente qué impacto tiene cada una de las producciones.
Si la ganadería va en el buen camino, ¿por qué es uno de los sectores más atacados?
El sector ganadero en general está pagando los platos rotos, no se entiende por qué se trata de que asuman tanta responsabilidad. En concreto, se ataca mucho al vacuno, será por su tamaño, pero no nos olvidemos de que son animales de reciclaje, capaces de comer lo que nosotros no podemos aprovechar, y que nos dan leche y carne. Se está señalando a la ganadería, pero hay otros sectores con mucho más impacto y menos necesarios que este, que es imprescindible, ya que trabaja para generar alimentos de calidad.
En su charla ha hecho una comparativa entre sistemas extensivos e intensivos. ¿Se puede afirmar con seguridad cuál es menos contaminante?
Se está trabajando en ello a nivel científico, pero por el momento no podemos decir que uno sea mejor que otro porque ambos tienen ventajas y desventajas. El sistema intensivo es mucho más eficiente, al final se produce más con menos recursos, mientras que en extensivo se aprovechan recursos de peor calidad o se tienen animales con menos producción, pero también se reciclan nutrientes mucho mejor. Lo que tenemos que entender es el valor de mejorar para reducir la huella. En general, y siempre lo digo, reducirla suele implicar ser más económicamente sostenible, ganar más dinero y gastar menos.
¿Qué factores habría que tener en cuenta para tratar de compensar nuestro impacto ambiental?
Ser capaces de producir más con menos. Esto pasa por tener menos animales secos; evitar, en la medida de lo posible, tener animales enfermos; tener menos recría; cuidar más a los animales y que sean más longevos; controlar mejor que no se estropee el alimento… También se pueden adoptar medidas como reciclar mejor el estiércol, utilizar subproductos en la alimentación, etc. Hay una batería muy grande de medidas, pero yo pienso que lo mejor es ser lo más eficiente posible dentro del sistema de cada uno.
¿Está el sector, en general, concienciado sobre la importancia de ser más eficiente?
Todavía hace falta trabajar, pero estamos en el buen camino. Creo que todos nos hemos dado cuenta de que el clima está cambiando, de que las condiciones empeoran y de que hay que arrimar el hombro para paliar la situación. Hay mucha gente que ya empieza a tener dentro de sus objetivos de granja ser más eficiente ambientalmente. Creo que ese es un buen paso.