ENTREVISTA

Á. Sánchez: “Estamos ante un escenario inédito para todos los actores de la cadena alimentaria, lo que genera preocupación por los meses futuros”

Ante la situación actual de precios elevados de materias primas, el sector productor debe saber cómo optimizar los costes dentro de la granja. Para profundizar en ello, en Vaca Pinta 31 contamos con la colaboración de Álvaro Sánchez. Economista con una extensa carrera en el sector agroalimentario, ejerce como consultor privado para el área de los costes de alimentación y desde hace una década dirige Eurotrade Agrícola, empresa destinada a la comercialización de materias primas agroalimentarias.

¿Cómo se articula el mercado de cereales, soja y demás insumos utilizados por las ganaderías de vacuno lechero?

Se trata de un mercado mundial, donde las producciones de materias primas se realizan históricamente en las zonas más productivas y cercanas a los consumos mundiales; son áreas en las cuales se puede producir un incremento del volumen anual con técnicas que puedan mejorar los rendimientos. El problema es que estas zonas del globo ya no se pueden expandir más; incluso hay superficies de cultivo que están decreciendo. En contrapartida, la demanda mundial es creciente (el mundo aumenta en más de 20 millones de habitantes al año), por lo que la necesidad de oferta es cada día es mayor. Esto hace subir los precios y permite que localizaciones más lejanas sean capaces de producir granos y oleaginosas y situarlas logísticamente en las zonas de consumo.

¿Cuáles son las principales zonas de procedencia de estos productos?

El mundo está expandiendo su producción en las dos grandes áreas de crecimiento en superficie que pueden destinarse para ello: Sudamérica (entre Brasil y la pampa argentina) y la estepa rusa. Las grandes compañías multinacionales de origen y proceso de granos llevan desde 2007 invirtiendo en estas zonas en logística, elevadores, terminales de almacenamiento y terminales portuarias, así como en plantas de molturación y extracción.

Existe otra gran área que puede permitir una gran evolución agrícola: el continente africano. Sin embargo, la mayoría de los países necesitan gobiernos estables para garantizar la producción e inversión extranjera para desarrollar las infraestructuras necesarias. Se comenta desde hace años que China está invirtiendo en terreno africano con la idea de poder cubrir en un futuro las necesidades de consumo de su población.


“Esta invasión de Rusia se ha producido en un momento de máximos en los precios de materias primas provocado por otras circunstancias que lo preceden”

Si bien es cierto que a raíz de la guerra de Ucrania se han alcanzado máximos en los precios de las materias primas, estas ya se venían moviendo en valores más altos de lo normal desde hacía meses. ¿A qué se debe?

Una situación de guerra siempre aplica una prima de riesgo en el precio a los mercados, los cuales además giran muy bruscamente. El dinero sale del mundo financiero y bursátil y se sitúa en valores refugio, como pueden ser tradicionalmente el oro y el petróleo, pero también en los llamados hard(metales como el acero, el cobre, el aluminio…) y en los softs(materias primas que cotizan en bolsas como el café, el algodón, el zumo de naranja… y, desde hace años, mucho más intensamente en materias agroalimentarias como las habas de soja, el maíz, el trigo, etc). La diferencia en esta ocasión es que esta invasión de Rusia se ha producido en un momento de máximos en los precios de materias primas provocado por circunstancias precedentes.

Partiendo de las grandes producciones mundiales que hubo en ambos hemisferios entre los años 2018 y 2020, el mundo había subido el stock de seguridad a niveles elevados y la demanda estaba bien abastecida por esas producciones récord. Sin embargo, el verano austral de 2020 trajo una sequía en Brasil que hizo perder más de 25 millones de toneladas de producción de maíz, lo que tuvo un primer impacto muy alcista en el precio de este producto; además, la demanda de China para maíz haba de soja y trigo inició un ciclo de fuertes importaciones que arrastró a los precios al alza.

Además, todo esto se ha visto acentuado por la crisis logística y los desequilibrios producidos por el COVID a nivel mundial…

Así es. Los fondos de inversión invirtieron totalmente sus posiciones especulativas en todas las materias primas agrícolas. Por ejemplo, en maíz pasaron de estar cortos en 380.000 contratos (127 toneladas/contrato) a superar los 400.000 desde hace año y medio. Esto añade en volumen total cerca de 80 millones de toneladas en posiciones netamente compradas.

Durante el verano de 2021, que ya se había iniciado con ese fuerte impacto en los precios de los productos en el mercado internacional, Canadá y las zonas productivas de semilla de colza y trigo de calidad en Estados Unidos sufrieron especialmente las altas temperaturas y también por esta razón hubo un recorte importante en el volumen total de cereales en Rusia.

Todo ello hizo que a finales de ese año los precios de casi todos los productos se situasen en máximos históricos. A esto se ha sumado la guerra, que ha añadido 100 €/tonelada a mayores. Estamos ante un escenario inédito para todos los actores de la cadena alimentaria, lo que genera una gran preocupación por los meses futuros.

MEDIDAS DE GESTIÓN PARA OPTIMIZAR COSTES EN ALIMENTACIÓN ANIMAL

Afirma Sánchez que los modelos de gestión en la cadena alimentaria son muy maduros y evolucionados desde hace años, “aunque tras la entrada de los fondos quizás habría que plantearse modelos de arbitraje de posiciones de coberturas de riesgo con herramientas financieras”. A la hora de pensar en optimizar costes de alimentación animal, señala que “debemos recordarnos a nosotros mismos que el hecho de asegurar costes cuando los precios nos permiten tener un margen sostenible con los valores de los alimentos finales nos cuesta mucho cuando tenemos precios bajos de materias primas”. Entre sus consejos, destaca:

  • Tomar decisiones de fijaciones a largo plazo y, en esos momentos, asegurar mejor las posiciones. “Esto permitirá también a los proveedores estructurar bien la demanda y evitar problemas”, añade.
  • Formular mensualmente con precios de reemplazo de materias primas. “España tiende a trabajar con coste de compra, lo que desvirtúa la necesidad de compra por nutrientes e impide además coger las tendencias de subidas y bajadas del mercado correctamente”, explica.
  • Trabajar con una obligación de compra mínima de entre uno y tres meses para estabilizar costes.
  • Revisar las materias primas alternativas disponibles en los mercados.
  • Hacer un buen uso y tener agilidad de decisión con estas para aprovechar ahorros de costes.
  • Crear alianzas con proveedores estratégicos con quienes poder flexibilizar las negociaciones en términos de períodos de compra o volúmenes que se han de recepcionar. “Sin duda, eso es mejor que elegir el precio como única herramienta de negociación”, incide.

¿Qué previsión se tiene respecto a los precios para lo que resta de 2022 y para 2023?

Esto es algo inédito, por lo que es muy difícil predecir cuándo y en qué medida puede ir cambiando la situación. Cada prima de riesgo incluida en el precio, provocada por cada uno de los motivos citados, irá desapareciendo a medida que se vayan resolviendo estos problemas y se tienda a buscar un precio objetivo relacionado con una situación equilibrada y afectada únicamente por el balance de oferta y demanda.

Como decía antes, la necesidad mundial de alimentos crece año tras año. Necesitamos grandes cosechas y, por supuesto, si se truncan repentinamente en un país tan productor y exportador como es Ucrania, suplir toda la demanda no es algo que se haga de manera inmediata. En este momento no sabemos qué pasará con las cosechas ucranianas de cereal de invierno y de primavera, ni con la siembra de maíz y girasol de mayo. Tampoco se sabe quién será propietario de ese cereal ni de cuánto stock de la vieja cosecha exportable disponen todavía.

¿Cómo puede cambiar el panorama dependiendo de quién sea el propietario de ese cereal?

Si cuando termine la guerra Rusia es la propietaria, no podrá comercializar con Occidente, pero sí con países afines como China o Irán, los cuales dejarán disponibles a sus otros proveedores habituales. El precio perderá parte de su prima por este motivo. También es importante prestar atención al desarrollo climatológico en el hemisferio norte, porque de ello dependerá que dispongamos o no de grandes cosechas de verano en Estados Unidos, en Canadá y en Europa, lo que puede contribuir a reducir los precios.

Además, la llegada en agosto de las producciones de maíz de segunda cosecha en Brasil, que se esperan récord, dejará un volumen exportable muy necesario. Se prevee, así mismo, que en EE. UU. se produzca un volumen récord de siembra de habas de soja (por un menor coste de insumos frente a la superficie destinada a maíz) y, si estas producciones consiguen atender la demanda y elevar stock de seguridad, provocarán mejora en los precios.

En general, en la medida en que los fondos de inversión vayan “comprando” estas buenas noticias, acompañado esto de subidas de los tipos de interés que harán más atractivo para ellos el negocio financiero, irán saliendo de posiciones tan largas en materias primas, lo que hará que se resten euros en las cotizaciones de nuestros productos.


"En nuestro país no hemos notado desabastecimiento porque la cadena de suministro ha realizado rápidamente las maniobras necesarias para que no hubiese problemas"

¿Es real el riesgo de desabastecimiento para el próximo invierno debido a la falta de producción en Ucrania?

En nuestro país no hemos notado desabastecimiento porque la cadena de suministro ha realizado rápidamente las maniobras necesarias para que no hubiese problemas. En España tenemos producción de materias primas y stock; nuestros puertos se abastecen de productos de diferentes orígenes. No obstante, es cierto que en el momento en que se produjo la invasión había una previsión importante de maíz y girasol (y de sus productos) que las compañías importadoras tuvieron que cubrir principalmente desde Estados Unidos y desde otros países de Europa para garantizar sus entregas a los clientes industriales. Evidentemente, la fuerte subida de los precios ha permitido asumir el incremento de coste que implica ejecutar esas coberturas desde orígenes que, en condiciones normales, son más caros.


"En general, la disponibilidad de cereal europeo (de países como Francia, Bulgaria, Hungría y Rumanía) está cubriendo nuestra necesidad de importación"

¿Es una solución haber levantado del veto a la importación de cereal de Estados Unidos y de otros países americanos?

Se han tomado medidas para admitir maíz argentino con un porcentaje más alto de un pesticida que no está autorizado, pero no tengo constancia de que haya llegado aún maíz de este origen. También se propuso aprobar la importación de maíz genéticamente modificado con origen en Estados Unidos para eventos OGM que no están aprobados aún por la UE; sin embargo, no ha sido necesario porque, como digo, el aumento de precios permitió importar maíz de EE. UU. con eventos autorizados. En general, la disponibilidad de cereal europeo (de países como Francia, Bulgaria, Hungría y Rumanía) está cubriendo nuestra necesidad de importación.

¿Somos un país con un sector productor cada vez más dependiente de las importaciones?

Los mercados, las industrias y las cadenas de distribución, así como cada país, tienden a cubrir siempre las necesidades con los productos y orígenes más económicos, lo que en ocasiones los lleva a depender demasiado de una sola fuente. Se habla mucho de sostenibilidad, pero no veo que se promueva sosteniblemente un abastecimiento estructurado (que seguramente es más caro) para evitar ciertas dificultades como las que actualmente se están evidenciando.

Estamos sufriendo un problema de abastecimiento energético en nuestras industrias y en nuestros hogares por no tener un plan de abastecimiento ordenado y en Europa dependemos en un porcentaje demasiado elevado del gas y el petróleo ruso (evidentemente, por ser el más barato). También, desde el auge del COVID, las compañías automovilísticas tienen contratiempos con la entrega de vehículos, están sufriendo graves retrasos por la falta de componentes electrónicos que importamos de China (de nuevo por ser más baratos). Así mismo, cabe destacar que en los últimos años en el mercado europeo han cerrado plantas de producción de aminoácidos por falta de rentabilidad y hemos ido a buscarlos a China por ser más económicos, pero es que hace tres años la mayor planta de producción de vitamina A china sufrió problemas y en España nos vimos sin abastecimiento y, lo que es peor, sin alternativa posible. Y, pese a esto, seguimos primando el precio a la hora de elegir…

Así pues, ¿España debería plantearse ser autosuficiente y producir la totalidad de los insumos que se consumen en ganadería?

Diría claramente que no estamos preparados, pero tampoco lo necesitamos. Tenemos alianzas suficientes como para estructurar nuestro abastecimiento de una forma sostenible; además, pertenecemos a la Unión Europea y debemos tener claro que hay que respetar la política común. No obstante, creo que es evidente que debemos añadir un componente estratégico en nuestras decisiones de compra y abastecimiento. Esto mejorará sensiblemente nuestra exposición en situaciones extremas como las que estamos viviendo. España es un país muy, muy competitivo en producción animal, en carne y en productos finales. Importamos entre el 30 y el 50 % de las materias primas que necesitamos (cereal y proteínas, principalmente), a pesar de que tenemos una importante producción nacional (eso sí, muy variable entre campañas por las condiciones de clima intrínsecas de nuestra situación geográfica).

Las políticas de la UE tienden a primar la producción verde, aún sin ser autosuficientes en la producción de alimentos que necesitamos para alimentar a la población. ¿Son correctas estas actuaciones?

Políticamente se toman muchas decisiones que justifican una cuenta de explotación medida en votos y que pueden generar un problema realmente serio en las economías. Llevamos más de una década viendo presupuestos de gasto por encima del de ingresos. Es el caso de España y esa circunstancia solo genera aumento de deuda; es una situación que no se puede eternizar.

En la empresa privada esas decisiones se toman en base a una inversión y se estructuran de una manera amortizable, asumible y sostenible. Una vez que sucede eso, vemos que existe una dependencia de la parte pública sobre la privada para sostener al país y ello se está traduciendo en un aumento de los precios y de los impuestos para que quien realiza bien las inversiones y consigue ahorrar termine pagando la ineficiencia estatal.

En mi opinión, esa es la gran diferencia. Una producción verde como estrategia y objetivo final es necesaria, lógicamente, pero tiene que haber unas partidas presupuestarias para alcanzarla: es necesario saber qué inversión y qué recursos debemos preparar para ejecutarla y en qué plazos. Todo esto debe estructurarse en un presupuesto total para el país que sea sostenible y equilibrado, en el que, por supuesto, los ingresos estén por encima de gastos y en el que seamos conscientes de que debe ser una partida más de inversión necesaria que formará parte, junto con otras muchas, de un total rentable que asegure el futuro del país.