Para profundizar en la perspectiva que tiene el gremio veterinario de la pandemia por covid-19 que atraviesa el planeta, en Vaca Pinta 17 hemos hablado con el experto en enfermedades infecciosas del área de Sanidad Animal de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) Gonzalo Fernández. Miembro del equipo de investigación Invesaga de BioReDes y de la Academia de Ciencias Veterinarias de Galicia, Fernández se centra en algunos conceptos clave entre los que destaca especialmente la importancia de la vigilancia epidemiológica activa.
¿Como veterinario, hay algo que le llame especialmente la atención de este virus?
La verdad es que no, porque es una combinación de cómo se comportarían varios virus, pero no tiene nada especial. Lo que tiene de especial es que nos está complicando la vida, pero, como enfermedad, no es algo raro.
¿Qué opina de la denominada “inmunidad de rebaño”? ¿Es una posible solución?
Espero que no, porque supondría que un tanto por ciento muy alto de población moriría. Se habla de la inmunidad de rebaño como si fuese una panacea, cuando no lo es. La inmunidad de rebaño hay que conseguirla con una vacuna. Si aparece de repente un tratamiento o una vacuna, pues cambiaría la cosa.
Los coronavirus son frecuentes en muchas especies animales. ¿En qué casos se parece la covid-19 que está afectando a los humanos a las infecciones de este tipo que tratan los veterinarios?
En humana, la estructura de la población es diferente. Pero también es verdad que, en animales, los veterinarios estamos acostumbrados a trabajar con diferentes especies y la estructura y los movimientos que tienen las granjas de porcino no se parecen en nada a las de vacuno, nos adaptamos a este tipo de variaciones. Sin embargo, siempre hay unos principios básicos de control que coinciden, los cuales después hay que aplicar ajustándose a las diferentes estructuras y enfermedades.
¿Cómo son aplicables estos protocolos en el caso de una epidemia en humana?
Primero, hay que establecer un sistema de vigilancia, saber cómo es el iceberg. Tenemos la parte de vigilancia pasiva, que es cuando hay un clínico, un animal o una persona enferma; eso sería solo la punta. Pero nosotros tenemos que montar un sistema para vigilar el fondo del iceberg, lo que llamamos vigilancia activa. Es importante porque, si sé dónde está la enfermedad, puedo saber de verdad dónde se está libre y establecer medidas en base a eso. Así, podría, por ejemplo, zonificar y tomar decisiones de bioseguridad en función del riesgo real.
¿Hay alguna praxis en concreto que se esté aplicando en este caso que ustedes no usen en veterinaria?
Una de las cuestiones que me llama la atención es que se está hablando mucho de personas, pero las personas vivimos y trabajamos con gente; se habla de que un positivo tiene que aislarse, pero no los que viven con él, sin descartar si ya están infectados o no. Así se aísla al enfermo, no al infectado, y sigue la transmisión. Habría que hacer investigaciones epidemiológicas de cada caso, como se hace en veterinaria, en donde, cada vez que tienes un brote en una granja, buscas por dónde pudo entrar, por dónde pudo diseminarse... De hecho, nuestros ganaderos saben perfectamente que, si una granja tiene animales con, por ejemplo, brucelosis, a nadie se le ocurre comprar vacas de esa granja. Primero, porque lo prohíbe la ley y, segundo, porque no sería una compra segura.
¿Y es posible realizar esa trazabilidad cuando estamos hablando de una pandemia que no entiende de fronteras ni de idiomas?
Te pongo un ejemplo. En el año 2000, hubo un brote muy importante de fiebre aftosa en Inglaterra (se mató a 4 millones de animales) y yo en aquel momento era el responsable de ganadería de la provincia de Lugo. Sabíamos que se habían llevado animales desde Inglaterra a varios países y estábamos muy preocupados, porque la entrada de fiebre aftosa en una región como Galicia sería la ruina para el sector ganadero. En aquel momento, los servicios oficiales dirigidos por una veterinaria francesa detectaron, con vigilancia pasiva (clínica), un caso en vacas y se hizo una investigación para saber cómo había llegado la fiebre a esa granja. Se descubrió que el origen había estado en unas ovejas que, sin síntomas (vigilancia activa), habían llegado de Inglaterra a la explotación de un vecino y habían contagiado a las vacas. Se estudiaron todos los pasos de esas ovejas desde que entraron en Francia y se buscaron todas las granjas a las que habían ido los animales que tuvieron contacto con esas ovejas. Así se acabó la fiebre aftosa en Francia. Ese es el sistema.
Pero ¿podría hacerse un seguimiento así en humanos?
Esto funciona cuando estás al principio de la infección: cuando tienes pocos casos, tienes capacidad de hacerlo. Si no, una vez que llegas a la fase de reducción, es el momento de empezar porque es cuando puedes estudiar cada caso. Ahora, gracias a medidas de restricción de contactos, y a un coste social y económico muy alto, estamos en una fase de disminución de la prevalencia y no podemos permitirnos que esa bajada sea lenta. Tiene que ser lo más rápida posible y la única forma de hacerlo es con vigilancia activa y estudios epidemiológicos.
¿Qué hace falta para poder desarrollar esos estudios y esa vigilancia activa?
Decisión. Puede ser que no haya laboratorios suficientes, pero hay posibilidades de aumentar (mi equipo de investigación y otros tantos cuentan con laboratorios con los equipamientos adecuados). Hay problemas de falta de kits y de reactivos, pero tampoco es cuestión de hacer pruebas a todo el mundo, eso es inasumible. Lo importante es hacer las muestras necesarias para hacer esa vigilancia activa lo más eficaz posible y equipos de personas preparados para esta tarea en la que los veterinarios, junto a otros sanitarios, también podemos colaborar con nuestra experiencia. No es ni a toda la población ni solo a los casos clínicos.
¿Qué limitaciones puede tener un laboratorio para poder realizar análisis?
Tiene que poder hacer el PCR, que es una técnica muy sensible y específica. En Lugo ya hay varios que podrían hacerlo y me consta que ya se están haciendo pruebas en el Laboratorio de Sanidad y Producción Animal de Galicia, que es un laboratorio veterinario. Después, ocurre que algunos ya estamos acostumbrados a trabajar con patógenos, entonces nos sería más fácil adaptarnos, pero también hay que tener los reactivos, organizar la recogida de muestras, el envío, cómo se va a manejar la información de los resultados... Todo eso lleva su tiempo y, cuanto más tardemos en empezar, peor, porque, por cada positivo que detectemos, nos estaremos ahorrando muchísimos infectados. En Inglaterra, por ejemplo, aunque todavía no tienen kits suficientes, ya se están preparando. Están montando la red de diagnóstico más importante que ha habido en el país en toda su historia.
Los veterinarios están más acostumbrados a trabajar con grupos de “pacientes”, algo menos común en medicina humana. ¿Hace falta una mayor visión de conjunto para afrontar el control de esta pandemia?
Sí, y se está reflejando en las medidas que se están tomando. Hay un concepto que a todo el mundo le gusta usar, el de One Health, que es muy apropiado para hablar de esto, ya que el 60 % de las infecciones que afectan a las personas tienen origen o han tenido origen en los animales. Compartimos muchas infecciones (zoonosis) y el control de pandemias y epidemias tiene las mismas bases. Por eso es muy importante establecer equipos multidisciplinares, ya que nadie tiene todo el conocimiento. Ni los epidemiólogos sabemos lo suficiente de virología, ni un virólogo sabe lo suficiente de epidemiología. Cuanta más información y formación tengamos, más fácil será que se actúe mejor.
¿Se necesitan representantes del sector dentro del comité asesor del Gobierno?
A mí lo que me extraña es que ante un problema que tiene tales consecuencias sanitarias, económicas y sociales, se pueda prescindir de algún conocimiento. Todos podemos aportar en cada uno de los campos en los que tenemos experiencia y creo que la profesión veterinaria no debería ser una excepción. Yo creo que es desconocimiento, pero la verdad es que en veterinaria tenemos gran experiencia en el control de infecciones en poblaciones y contamos con los mejores especialistas de bioseguridad que hay en el país: los veterinarios de granjas de aves y de porcino.
Algo que genera mucho debate es el carné de seropositivo. ¿Cómo se aplica en veterinaria?
Este es un ejemplo de debates absurdos que se plantean cuando no se considera la experiencia previa en control de enfermedades en animales. A los veterinarios nos llama mucho la atención esto del carné de seropositivo, como si un seropositivo pudiese considerarse sin riesgo de infectarse. En ninguna enfermedad la inmunidad es completa por infección, y en esta tampoco se ha demostrado lo contrario. De hecho, nosotros jamás calificamos a las granjas con seropositividad con mejor situación sanitaria que a una granja libre porque la seropositividad siempre es indicador de un cierto riesgo: si ha habido contactos, puede haberlos otra vez.
Ahora se empieza a hablar de la posibilidad de que la enfermedad se pueda transmitir del humano al animal. ¿Podemos saber ya cuáles son los riesgos reales de contagio?
Pensar en esto, con la situación que tenemos, es como si estuviésemos en un terremoto, se nos estuviesen cayendo las casas encima y nos preocupásemos por si nos aplasta un avión. Hombre, la posibilidad no debe descartarse y hay que seguir vigilante, pero ahora mismo la prioridad es protegerte del terremoto. La Organización Internacional de Epizootias (OIE), equivalente a la OMS en veterinaria, ya ha establecido un sistema de vigilancia internacional, de forma que cualquier país del mundo tiene que comunicar cualquier incidencia que haya. A día de hoy, las incidencias que se han comunicado están relacionadas fundamentalmente con animales de compañía: un tigre, un león, tres o cuatro casos en perros y alguno en gatos (casi todos mal documentados) y el contagio siempre ha sido de personas a animales.
¿Son todos casos de infección?
Una cosa es contaminar y otra es infectar. Los animales se pueden contaminar, igual que los objetos, y por eso usamos guantes y nos lavamos las manos. En cuanto a infección, tenemos evidencias de algunas especies, principalmente gatos y mustélidos, pero, aun así, estamos hablando de casos muy contados en todo el mundo. Además, en animales de producción de consumo humano, no hay ninguna evidencia de infección. En general, parece que los animales son bastante resistentes a esta infección, no son importantes desde el punto de vista epidemiológico y no hay evidencias de que puedan contagiar a las personas. Creo que el riesgo, en este momento, somos nosotros para los animales.
¿Cómo se debe proceder con los animales que nos rodean?
Debemos seguir vigilantes y tomar precauciones generales. Cualquier persona que esté en contacto con ellos, ya sean de compañía o de producción, si nota síntomas, si está esperando el resultado o si ya sabe que es positivo, no puede tener contacto con ningún ser vivo, y eso incluye a personas y a cualquier animal. Hay que evitar cualquier tipo de contagio o contaminación y, si hay alguna zona donde haya casos, por precaución, porque podríamos tener una infección subclínica, deberían utilizarse guantes y mascarilla si va a haber un contacto muy directo con los animales.