CON LUPA | DE LA CESÁREA A LA CUENTA DE EXPLOTACIÓN

Cuatro décadas en la vida de un buiatra

Fotografía: David Iglesias García-Conde

El veterinario Joaquim Baucells (Centre Veterinari Tona) lleva cuarenta años trabajando y viendo en primera línea el desarrollo del sector lechero español. A través de su experiencia profesional, en Vaca Pinta 29 hicimos un repaso por lo que ha sido el cambio y la adaptación del rol veterinario de explotación en el país desde los años ochenta hasta la actualidad.

LOS 80: CONOCIENDO LA IDIOSINCRASIA DEL SECTOR

El sector del vacuno lechero tenía en los años ochenta un censo de casi 2.000.000 de cabezas y las 307.363 explotaciones lecheras de entonces producían 5,9 millones de toneladas anuales. En aquellos tiempos, en los que la venta directa era una realidad para el 10 % de la producción, solo el 5,5 % de las ganaderías disponían de instalaciones en estabulación libre, el 10,9 % tenía silo para forraje y el 4,8 %, tanque de refrigeración. Usaba ordeñadora portátil un 24,2 % de las explotaciones y el 16,6 % ordeñaba con instalación o en sala.

Fueron estos los años en los que se inició el consumo de pienso, se propagó la mecanización y se consolidó la inseminación artificial, junto con las modernas instalaciones canadienses de ordeño en plaza fija. El envejecimiento de los titulares entonces era ya preocupante, el 54 % tenía más de 55 años, y las diferencias estructurales servían para destacar los contrastes regionales entre la España húmeda y el conjunto del país.

Fotografía: David Iglesias García-Conde

En este contexto comenzó su trayectoria laboral Joaquim Baucells. “Los veterinarios que nos licenciamos en 1981 en alguna de las 4 facultades existentes aterrizamos en un mundo profesional muy minoritario: éramos 7.721 colegiados”, señala. “Fuimos de las últimas promociones que, por lo general, tuvimos que recorrer largas distancias para estudiar”. Las facultades de veterinaria de Barcelona, Murcia, Cáceres, Lugo y Las Palmas aparecerían durante estos años.

El perfil del veterinario de los 80 era substancialmente distinto al actual: en su mayoría hombres (98,5 %), cuyo origen familiar se relacionaba con la profesión o bien procedía del ámbito rural. “Los recién licenciados convivimos con los últimos coletazos de la omnipresencia de la figura de los veterinarios titulares y el impopular peaje de las guías de origen y sanidad pecuaria”, recuerda.

“Los veterinarios de zonas con presencia de ganado vacuno asistíamos a muchos partos (algo en lo que nuestros predecesores eran verdaderos expertos artesanos) y no menos hipocalcemias y cetosis”, enumera. Sobre esos primeros años, cuenta Quim que, sin duda, fueron ilusionantes, siempre y cuando “te conformases con lo que te venía dado y aceptases el rol de ‘veterinario bombero’”.

“Aquellos fueron tiempos para aprender ciencia infusa, sentido común y disciplinas que jamás habíamos intuido ni nos habían enseñado en la facultad. Descubrimos rápido que para sobrevivir deberíamos agudizar el ingenio y poner los pies en la tierra después de cinco años de alucinar en la universidad. Estos primeros tiempos de veterinaria liberal fueron de un continuo autoaprendizaje: aprendimos a inseminar, a palpar, a encontrar el ‘ping’, a operar cuajares –enfermedad que incluso algunos en nuestro gremio tachaban de invento de los más jóvenes para ganar alguna pela– y, sobre todo, a convivir con la idiosincrasia de un mundo profesional, el de entonces, satisfecho con lo que tenía y con donde estaba, proteccionista con sus intereses y muy corporativista”.


“Aprendimos a convivir con la idiosincrasia de un mundo profesional satisfecho con lo que tenía y con donde estaba, proteccionista con sus intereses y muy corporativista”

En este periodo se generalizaron en muchas partes de España las campañas de saneamiento ganadero. En concreto, en Cataluña se autorizó que estas tareas las realizaran también veterinarios libres que formasen grupos de saneamiento ganadero “y los resultados en el tiempo han avalado tal decisión”, apunta Baucells, quien en este decenio compartió trabajo e ilusiones con otros cuatro veterinarios y una secretaria, con los que empezó a gestar el embrión de un equipo veterinario pluridisciplinar que se consolidaría en la década de los 90.

Así fue cómo empezó a proponer y desarrollar, con los clientes de más confianza, aptitudes por las que se había formado en producción animal en la Facultad de León: “La nutrición fue el paso inicial y el INRA primero y el NRC después me proporcionaron la primera experiencia en la formulación en el campo. Además, pese a que teníamos una estructura económica muy limitada, me atreví con una inversión: un ordenador de sobremesa NRC sin disco duro con 124 k en doble disquetera y un sistema operativo ya desaparecido, el CPM; todo ello por el módico precio de un millón de pesetas. Con él, desarrollé mi primer programa de nutrición en base a la programación lineal para la formulación de raciones en bovino lechero”, rememora.

LOS 90: REESTRUCTURACIÓN Y CAMBIO DE TERCIO

En esta década el número de explotaciones decrece hasta casi la mitad (171.000) y el censo de vacas lecheras pasa a 1,6 millones (-20 %). En el sector en general comienza a atisbarse la apuesta por la concentración y la intensificación (el 85 % de las vacas ya eran frisonas), siguiendo otros modelos productivos nacionales que estaban dando buenos resultados y se basaban en la obtención de valor añadido mediante la combinación y optimización de recursos y producción.

En 1991 aparecen los primeros planes de abandono subvencionado, programas defectuosos debido a un bajo precio y a unas limitaciones presupuestarias que condicionarían el futuro de los ceses por esta vía.

La producción lechera entra en esta etapa en una fase de incertidumbre a tenor de la llegada efectiva del régimen de cuotas lácteas, las cuales muestran su lado amargo: la multa o supertasa y la aplicación de la Ley por exceso de producción en las campañas 1993-1994, 1995-1996 y 1999-2000. Millones de euros lastrarían a miles de ganaderos de todo el país.

En los años 90, desarrollaron una primera lista de comprobación para revisar más rápidamente los datos de las granjas

El pienso es sustituido por las mezclas personalizadas (si no se adquiere directamente la materia prima), los carros mezcladores se popularizan y la ración única de producción se consolida en la mayoría de las explotaciones. Las fábricas de mezclas proliferan y las industrias de pienso para vacuno se reciclan o prescinden del sector lechero por todo el territorio nacional.

Es esta una década en que la sanidad avanza y se sitúa en los estándares europeos de la sanidad animal en relación con la tuberculosis, la brucelosis y la leucosis bovina. En esta línea, entre 1994 y 1996 se publican dos reales decretos que establecen las normas sanitarias aplicables a la producción y comercialización de leche cruda de vaca que exigirán al productor requisitos mínimos de calidad de acuerdo con la Directiva 92/118/CEE. “Dicha normativa, y las atractivas ayudas económicas con que se dota, propiciaron la consolidación de una nueva figura, la del veterinario especialista en calidad de leche, demandado con éxito por la industria láctea, así como por asociaciones, cooperativas y algunos productores particulares”, apunta Baucells.


La transcendencia que adquirió el mal de las vacas locas en los medios implicó importantes repercusiones en la opinión pública respecto a todo lo relacionado con la salud humana

Comienza a intuirse entonces el efecto de la masificación de nuevos licenciados debido a las diez facultades existentes (Valencia abrió como privada en el año 1996). En diez años, el flujo anual de nuevos licenciados se duplica, pero la oferta es absorbida por la demanda de la Administración primero y por el auge de las clínicas de animales de compañía después.

Cuenta Baucells que en estos años su actitud y aptitud para el trabajo progresaron, y también lo hizo su radio de acción: los clientes ya no solo estaban en Girona o Barcelona, sino también en Lisboa, Bérgamo, Burdeos, Granada o las Azores y, llegados a 1993, su grupo de trabajo ya se estructuraba con un organigrama empresarial.

“En aquellos tiempos el número de granjas que requería nuestros servicios aumentaba y la toma de decisiones en casi cualquier ámbito de la producción lechera exigía disponer de información objetiva si pretendíamos minimizar los riesgos de errores y abandonar definitivamente la subjetividad de las sensaciones, tan arraigada y fomentada en el sector. Para ello, precisábamos de otras herramientas de control que fueran más útiles, amplias, fáciles y rápidas, lo que nos llevó a implementar una hoja Excel a la que denominamos “RX” con la valoración mensual de unos 50 parámetros”, cuenta. Esta hoja, o lista de comprobación, de cálculo rápido y fácil, se agrupó por áreas técnicas (efectivo, producción, productividad, reproducción, patología...) y permitió comprobar de un vistazo los datos técnicos dentro de la propia granja y también con otras que utilizasen idéntica metodología.


INTERCAMBIO DE CONOCIMIENTOS NACIONAL E INTERNACIONAL

Quim afirma que 1990 podría considerarse como el “año uno” para los buiatras españoles de la actualidad. “¿Quién no recuerda el mes de diciembre del primer congreso de Anembe?”, enfatiza.

Celebrado en la Facultad de Veterinaria de Madrid, el afán de compartir ciencia, ocio y conocimiento de los asistentes hizo que las salas habilitadas se quedasen pequeñas. “Así fue como echó a andar esta asociación, que consiguió dar forma a los anhelos de nuestro colectivo. Monge y el resto del comité organizaron con gran éxito esta primera reunión, a la que siguieron las de Santander, Gijón y el memorable Congreso de Sitges de 1998”, valora.

Siguiendo la estela de Anembe, en 1991 Baucells participó, de la mano de la APPB y junto con otros colegas, en el Congreso de Indianápolis y visitó Forth Worth (Colorado, EE. UU.), experiencias que lo llevaron a ahondar en la medicina de la producción y a interesarse especialmente por la informatización de los datos de nutrición en vacuno lechero.

Precisamente en lo que se refiere a la medicina de la producción, narra este veterinario un pequeño rifirrafe durante una conferencia en la Academia de Ciencias Veterinarias de Catalunya en 1993, evento en el que expuso algunas reflexiones sobre el futuro del veterinario ligado a este tema, las cuales no fueron bien acogidas. “Afortunadamente, casi treinta años después esta filosofía es el pan de muchos veterinarios y está más vigente que nunca”, destaca.

Así mismo, y siguiendo con su afán por conocer los sistemas de trabajo en otros países, recuerda cuando, a raíz de una charla con Carlos Buxadé en 1992, surgió un viaje a Alemania –"al que también fueron otros expertos del sector, como Juaristi, Collell, Gumer de la Riera, Pepe García, Arturo Barroso y Marc Piera"– para profundizar en los bajos costes de producción de la leche de los productores alemanes. “Estos viajes y contactos fueron, en cierta manera, un importante punto de partida e inmediatamente implementamos en nuestro trabajo diario la filosofía de la medicina de la producción ofertando (y cobrando, claro está) por servicios distintos a los habituales. Sin duda, fue una década prodigiosa con crecimiento continuo y constante”, asevera.


LOS 2000: LA CONSOLIDACIÓN DE LA MEDICINA DE LA PRODUCCIÓN

El siglo XXI empieza con 1,12 millones de cabezas de ganado en el país, una cuarta parte de las que se contaban en los ochenta, y con 60.293 productores, un tercio de los existentes en 1990.

Con la reforma de la Política Agraria Común se vislumbraban cambios importantes en las reglas de juego del sector productivo, pero finalmente se quedaron en simples previsiones. “En esta época el mercado internacional de la leche se volvió loco y contagió a todo el mundo, incluida Europa. ¡El oro blanco existía y estaba en nuestras manos! Nunca habíamos visto el precio de la leche al productor a estos niveles, 450 €/tonelada, pero a algunos les parecía insuficiente y querían más...”, recuerda Baucells.

Los 2000 fueron los años en los que el crecimiento de las ganaderías y la optimización de los recursos eran objetivos claros de evolución. Cada vez eran menos los ganaderos y los técnicos que relacionaban directamente producción y patología, aparecieron interesantes iniciativas, como hoteles para novillas y sincronización de la reproducción; comenzó la implantación de los robots de ordeño y algunas explotaciones se atrevieron con los tres ordeños: “Ya no eras nadie si no superabas los treinta litros”.

En el ámbito veterinario, en noviembre del año 2000 aparece el primer caso de EEB en Galicia y el sector se enfrenta a una histeria colectiva y a un reto desconocido: la transcendencia que adquirió el coloquialmente conocido como “mal de las vacas locas” en los medios, junto con la manera en que se trató, implicó importantes repercusiones en la opinión pública respecto a todo lo relacionado con la salud humana.


“La bioseguridad se paga y empieza por uno mismo. El peligro acecha aquí mismo”

Unos años después, en 2007, tres de las mejores explotaciones con las que trabajaba Joaquim sufrieron las consecuencias de un brote de brucelosis originado por el contagio de una oveja afectada de un rebaño infectado que se paseó por una granja de recría común de novillas. Como resultado, dos vacíos sanitarios y más de 1.500 animales sacrificados. “Aprendimos que la bioseguridad se paga y empieza por uno mismo; el peligro acecha aquí mismo, pero de nada sirve protegerse con los mejores protocolos sin la adecuada coordinación y eficacia de la propia Administración”, reflexiona.

En este tiempo, denuncia Baucells que “nuestro colectivo, a veces tan corporativista, pero siempre muy individualista, volvió a perder el control efectivo de la Ley del medicamento, que quedó en manos de las comerciales, cooperativas y distribuidoras, actuales amos y señores de este mercado que, en muchas ocasiones, están amparadas por la rúbrica de veterinarios mercenarios de la receta virtual que ni han visto al animal ni, probablemente, se atreverían a recetar en la vida real”.

EL PRESENTE: LA MODA DE LA VETERINARIA EN UN SECTOR A LA BAJA

“La certeza es que la vida continúa a pesar de que se certifique que en 40 años han desaparecido más del 95 % de los rebaños existentes en 1980”, apunta Quim.

En el ranking de países productores de la Unión Europea, España ocupa el séptimo lugar. Aportamos el 4 % de la cuota comunitaria, unas 7.500 toneladas de leche al año, y lo hacemos con la personalidad propia de un país que, aún con ciertos matices, se etiquetaría como de producción lechera intensiva y dependiente. Como hemos visto en este repaso, el trayecto hasta llegar a la actualidad no ha sido fácil, sino que ha estado lleno de dificultades que aún sufren las ganaderías que siguen en pie (hoy resisten menos de 12.000 explotaciones, con unas 820.000 vacas). “En esta travesía, el ganadero ha sorteado unas cuotas que coartaron el crecimiento (clave para la reducción de costes y la mejora de la eficiencia), unas legislaciones ineficaces para frenar el abandono, una incertidumbre en el mercado de las materias primas y unos cambios en la sensibilidad y en los hábitos de consumo de una sociedad cada día más distante con la realidad del sector ganadero”, enumera Baucells.


“El ganadero ha sorteado legislaciones ineficaces y cambios en los hábitos de consumo de una sociedad cada día más distante con la realidad del sector”

Pese a esto, en la actualidad el sector lácteo español es uno de los más profesionalizados de Europa y, frente a una base territorial pequeña, presenta una alta densidad de animales, que sigue aumentando año tras año.

La compra externa de alimentos, ya sean forrajes o concentrados, representa entre el 70 % el 85 % del coste alimentario –predomina el gasto en piensos y concentrados, que supone más de 4.500 kg/vaca/año, lo que nos convierte en el país europeo con mayor consumo, seguido muy de lejos por Italia–. Apunta este veterinario que, pese a que han surgido iniciativas por parte de algunas administraciones y asociaciones, todavía son pocas las explotaciones que evalúan con objetividad sus costes reales de producción y es habitual que se confundan u obvien en las cuentas los costes de oportunidad, lo que impide tener un conocimiento real e invalidan los resultados de muchas de ellas. “Los costes existen y las tomas de decisiones para mejorarlos se desatienden o aplazan y, si se ejecutan, demasiadas veces se hace en base a tópicos o inercias no siempre acertadas”, lamenta Baucells.

Joaquim Baucells durante una ponencia en las jornadas de la Asociación de Estudiantes de Medicina Veterinaria de la UTAD en Vila Real (Portugal) en febrero de 2018

En lo que respecta al volumen de profesionales veterinarios, en 2011 en España había ya unos 30.000 veterinarios colegiados y 1.300 nuevos aspirantes a la licenciatura se incorporaban cada año en alguna de las once facultades del país. El número de escuelas de veterinaria españolas representa hoy, junto con las italianas, el 50 % del total europeo. El volumen de licenciados se ha duplicado entre 1985 y 2000 y en 2010 existían ya cuatro veces más veterinarios que en 1980. “Esto ya se veía venir en el año 2000 y la Federación Veterinaria Europea alertó, en un estudio, del peligro de plétora profesional a partir de 2010”, recuerda Baucells, quien opina que la obsesión de políticos y profesionales durante la Transición por “emplazar una facultad en cada esquina” fue, junto con la popularización de la profesión veterinaria en los medios de comunicación, el detonante para la “moda” de estudiar esta carrera.

No obstante, el problema de exceso de oferta no aplica para la buiatría: “Me atrevería a aventurar que nos movemos en una horquilla entre los 1.500 a 2.200 profesionales, por lo que, considerando el número actual de veterinarios colegiados, nuestra especialización es minoritaria y no superaría el 7 % del total”, calcula.


HABLEMOS CON PROPIEDAD

Debemos ser conscientes de que la producción ecológica y de proximidad son argumentos muy atractivos para el consumidor y también un instrumento que dota de cierta protección al productor local. Por ello, hay que acotar claramente los conceptos “ecológico”, “proximidad”, “slow food”, “huella de carbono”… y, si es necesario, demostrar los beneficios que les atribuimos.

“Mientras esto no se haga, no es de recibo caer en el tópico de la falsa incompatibilidad con la producción convencional que, además de ser el mejor garante para alimentar de forma sana a un mundo superpoblado, está igual (si no más) de controlada y es de igual manera ecológicamente eficiente”, opina Baucells.


EL FUTURO: AVANZAR CON EL SECTOR

Advierte Baucells que todos estamos condicionados a la evolución del sector por el que trabajamos: si este fracasa, nosotros también y, sin duda, el futuro del sector lechero pasará por ser más global, menos protegido y más eficiente. “Los ganaderos que se precien deberán implementar herramientas eficientes de gestión que les permitan conocer en todo momento qué les cuesta producir un litro de leche y cuáles son sus fortalezas y debilidades para, en función de esto, tomar decisiones y afrontar con éxito el futuro”, augura.

La mayor y previsible volatilidad de los mercados, la política de reducción de subsidios, los modelos de protección en la UE y el acceso al capital obligarán en los próximos años a hacer un ejercicio importante de conocimiento y mejora de costes, lo que llevará a un incremento de las granjas eficientes y a la desaparición de las explotaciones no competitivas. Pero no será la volatilidad de los factores de producción, sino el propio mercado, el consumidor, el que decidirá qué es lo que quiere y cuánto está dispuesto a pagar por ello.

Las explotaciones de vacuno lechero en la UE y en España se deberán localizar en zonas con capital humano ilusionado y donde la producción resulte más organizada, eficiente y competitiva. “No somos insensibles a que la producción de leche en zonas desfavorecidas siga considerándose como valor añadido, en base a la conservación del territorio y la fijación de la población, pero siempre pensando a qué coste y que las vacas de leche no son la única alternativa para resolver los problemas de desarrollo rural”, sostiene.

Fotografía: David Iglesias García-Conde

Opina que actualmente al veterinario de vacas no le falta trabajo en España y que, puesto que la ingente afluencia de nuevos veterinarios en el mundo laboral en los últimos años difícilmente podrá ser absorbida por las ofertas en la Administración, la clínica de animales de compañía o las industrias farmacéutica y agroalimentaria, es probable que haya un creciente interés por el mundo rural. “En nuestro sector, puede que se estén reduciendo las áreas de trabajo, pero también están surgiendo nuevas o renovadas actividades que posibilitarán recolocar a profesionales en la próxima década”.

De cualquier manera, advierte Quim que, al igual que lo hace el sector por el que trabajan, los buiatras deberán hacer a corto plazo dos ejercicios: reconocer y remediar la baja productividad que se intuye en el gremio.

Apunta además que los veterinarios no son inmunes a los cambios que experimenta la profesión, ni tampoco a los del sector. “Si no cambiamos con él, veremos limitada nuestra utilidad y será más difícil exigir lo que pretendemos”, destaca. “También deberemos asumir que las granjas no son nuestras, sino de nuestros clientes, y no podemos suponer que somos sus únicos e infalibles consejeros. Podemos aprender y debemos aceptar con espíritu crítico y proactivo opiniones de otros profesionales, aunque, a veces, entren en conflicto con nuestras ideas o recomendaciones”, completa.


“Los ganaderos deberán implementar herramientas que les permitan conocer qué les cuesta producir un litro de leche y cuáles son sus fortalezas y debilidades”

Como en casi cualquier profesión, también los veterinarios deberán invertir tiempo y dinero en adquirir nuevas aptitudes y, subraya, “pensar en orientar el trabajo en base a las necesidades del sector, y no al revés”. Así mismo, al tiempo que el mundo se tecnifica, también tendrá que hacerlo este gremio: “Tanto los ganaderos como los veterinarios deberíamos apostar por el trabajo inteligente. El 'veterinario bombero' es cosa del pasado; vivimos en la era del organizador de sistemas de producción”.

Admite Baucells que es de los que cree que el futuro será de unos pocos asesores y, sobre todo, de muchos veterinarios locales cercanos, honestos y dispuestos a estar al lado del productor, a evolucionar con él para proporcionarle los servicios que precisa y, cuando sea necesario, a recurrir a otros profesionales competentes que le ayuden.

Sea como fuere, y pese los cambios y a la incertidumbre de los años que están por venir, probablemente el fin último del buen veterinario permanezca inamovible, esto es, lo que Baucells define como “ofrecer a los productores de leche que lo demandan propuestas asumibles para implementar los cambios necesarios que les permitan mejorar los resultados económicos de sus explotaciones, optimizando rendimientos y protegiendo la salud y el bienestar animal para contribuir así, en lo posible, a su permanencia voluntaria en el sector”.