XOÁN RAMÓN ALVITE

Las tractoradas del WhatsApp

Hay días en los que cuesta seguirle el ritmo al teléfono móvil. No hace ni diez minutos que le he dado un descanso al mío y se me han acumulado 78 mensajes sin leer. La inmensa mayoría del grupo de WhatsApp al que “un amigo” me ha invitado a unirme y en el que, supuestamente, se autoorganiza el sector para llevar a cabo una tractorada que pretende paralizar el país.

“Sin políticos, ni sindicatos, que quede claro”, aclara cada poco alguno de los 260 miembros de esta presurosa comunidad virtual. De hecho, por momentos, la actividad resulta tan caótica que las conversaciones se cruzan y mientras los más habladores arengan a los que estamos callados, otros debaten sobre la Agenda 2030 y otros cuantos discuten encendidamente sobre los enlaces de la autovía en los que resultaría más efectivo colocar los tractores. Los que parecen ejercer de coordinadores cuelgan vídeos de personas más o menos anónimas que se autoerigen como nuestros representantes y de los actos de protesta que ya se han llevado a cabo en Francia o Alemania. Otra señora incluso pone a nuestra disposición los servicios gratuitos de un despacho de abogados. Como para estar tranquilos, vaya.

Y entre tanto mensaje me viene a la cabeza la buena de Mercedes Sosa cantando aquello de “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo”. Y recuerdo mi primera tractorada hace casi 40 años con la nítida imagen del flamante John Deere 2035 recién comprado por mi familia –aún hoy sigue en activo– compartiendo cruce con los tractores de nuestros vecinos. Protestas masivas que se convocaron mediante el boca a boca y por la incertidumbre que provocaba en el sector la entrada en el sistema europeo de cuotas lácteas. 

Años después los tractores volvieron a salir a la calle en varias ocasiones para protestar por la supertasa o, más recientemente, por los bajos precios de la leche. Siempre en actos debidamente comunicados, autorizados y organizados por alguno o varios sindicatos agrarios. Premisas que en esta ocasión ni se cumplen ni se tienen intención de cumplir. Como tampoco parece dársele demasiada importancia a consensuar una tabla reivindicativa, imprescindible en las movilizaciones de antaño, que ahora varía según las zonas o incluso según los días.

"No creo que pueda tomarse muy en serio a ningún colectivo profesional cuya forma principal de organización sea, únicamente, la de las redes sociales, ni que tengan como máximo representante [...] al administrador de un grupo de WhatsApp"

¿Qué ha pasado en este tiempo para que todo haya cambiado tanto? Pues un montón de cosas que, aunque pueda parecer lo contrario, van siempre en detrimento del propio sector productor. Por un lado, somos muchos menos que en tractoradas precedentes –solo en Galicia viene desapareciendo una granja lechera al día durante los últimos cinco años– y, por otro, estamos peor organizados y representados que nunca. O esa es la opinión más extendida entre los propios productores que no esconden una furibunda aversión hacia los sindicatos agrarios a los que acusan, entre otras lindezas, de mantener cierta connivencia con el poder establecido a cambio de su sustento económico. El sector tampoco parece tener mucha confianza en los políticos a los que, paradójicamente, les dirigen todas sus quejas.

Esta mala relación, que va camino de convertirse en divorcio total, no nos beneficia, aunque muchos de mis compañeros del WhatsApp crean lo contrario, ni a ellos ni a nosotros. Porque, por mucho que nos pese, todos ellos fueron elegidos democráticamente, incluso por algunos de nosotros mismos. Resulta una obviedad hablar de la forma en la que, dentro de la ley, deben cambiarse estas cosas. 

Vaya, que los sindicatos agrarios tienen un problema muy serio si los agricultores y ganaderos no les hacen caso o no se sienten respaldados por ellos. Poco crédito tiene una asociación agraria si los profesionales del campo no cuentan con ellos en sus protestas. En algún momento habrá ocasión de volver a elegir interlocutores y, de seguir en esta línea, no parece que les vaya a ir muy bien la cosa.

Dicho esto, tampoco creo que pueda tomarse muy en serio a ningún colectivo profesional cuya forma principal de organización sea, únicamente, la de las redes sociales, ni que tengan como máximo representante, por muy sensato que sea, al administrador de un grupo de WhatsApp.