La pasión y la emoción con la que narra Mariano Calle su vida en El Tremedal, una pedanía situada a 1.500 metros de altitud, en plena sierra de Gredos, es digna de escuchar. Ganadero de profesión y defensor del campo por devoción, nuestro nuevo protagonista de #YoSoyCampo, de Virbac, nos habla de la importancia de defender el buen hacer del mundo rural y de cómo les está transmitiendo sus valores a sus hijos. Ver en Vaca Pinta 44.
“Siempre he sido ganadero, siempre he vivido en el pueblo”, se presenta Mariano Calle, un pionero de la ganadería ecológica en Castilla y León. Concretamente, lleva 30 años criando vacas: tiene una explotación con 120 cabezas de asturiana de montaña y con otras 50 de limousin. Respecto a esta segunda raza, forma parte de su programa de mejora genética y es participante habitual de concursos morfológicos regionales y nacionales.
“Soy una persona afortunada por hacer lo que hago con ilusión, y ahora todavía más, porque puedo enseñarles a mis hijos todo lo que sé y lo que me transmitieron a mí”, celebra.
Esteban y Kike serán algún día, con suerte, su relevo generacional, “y no solo de una profesión tan bonita y necesaria como la ganadería, sino también de una forma de vida”, subraya. “Todo el mundo habla de la España vaciada, de los problemas del mundo rural y de la extinción de un montón de especies, pero no se preocupan por la desaparición de los pueblos, que poco a poco están agonizando”. Con ellos, se perderá un estilo de vida, “una sabiduría infinita y una manera de trabajar y de vivir con respeto y con humildad, algo que nos hace mucha falta hoy en día” advierte.
Con el tiempo, lamenta, “ya nadie sabrá ahijar un becerro, o desbravar un potro, y todo por unas políticas absurdas, conservacionistas, hechas por ecologistas de azotea que, desde sus despachos, no saben distinguir una borrega de una chiva o una cierva de una corza”.
Calle apunta hacia la llave que son las nuevas generaciones para cortar esta situación: “Todavía no es tarde para conservar todo esto enseñándoles a nuestros hijos, y al resto del mundo, que nosotros solamente queremos trabajar en lo que nos gusta, con ilusión”.
Esto no parece fácil, ya que vivimos una época en la que la ganadería asemeja estar bajo constante escrutinio público. “Todo el mundo opina sobre lo que hacemos, hablan de que somos unos maltratadores y unos explotadores de animales... ¡lo dicen incluso quienes tienen a dos perros en 50 metros cuadrados y les dedican media hora al día!”, remarca. “La realidad es que nadie ve el mimo y el esmero con el que tratamos a nuestro ganado, no ven el frío y el calor que pasamos por ellos cuando están enfermos o de parto… Viven tan alejados del campo que no comprenden cómo nos desvivimos por su bienestar”.
Hablando del futuro, Calle explica que todo lo que espera de sus hijos es que sean felices y que se dediquen a lo que más les guste, como él mismo pudo hacer. “Lo que sí creo que es necesario es que conozcan esto, nuestra forma de vida, cómo trabajamos, nuestra sensibilidad con los animales… y, desde luego, esas cosas solamente se aprenden aquí, en el monte, haciendo lo que hacemos”, enfatiza. “Mis hijos montan a caballo y son capaces de distinguir la huella de un ciervo, de un jabalí o de un corzo, y, a la vez, no son ajenos a lo que saben todos los demás niños”, enuncia Mariano, con orgullo. “Creo que son afortunados por poder vivir todo esto, es una lección que les va a valer para toda la vida. Vayan a donde vayan y hagan lo que hagan, siempre van a tener los valores que han aprendido en el campo”.