De un pequeño pueblo de la provincia de Ávila, Hoyos del Collado, es David Hernández, ganadero por tradición y por vocación. Tras trabajar un tiempo en un taller se dio cuenta de que lo que de verdad le llenaba era la ganadería de su familia y dejó todo por dedicarse a ella. A día de hoy suma un rebaño de unas cien cabezas y en este capítulo de #YoSoyCampo comparte cuáles son sus principales retos.
¿Siempre has querido dedicarte a la ganadería?
Mi familia ha tenido animales toda la vida, aunque no en gran cantidad como ahora, porque antes no había tantísimos recursos.
Mi abuelo tenía vacas. De mi abuelo pasaron a mi padre, de mi padre a mí y así sucesivamente los años que podamos seguir aguantando.
Yo estaba trabajando en un taller y dejé aquello porque a mí lo que me llenaba era esto. Llevo ligado a este mundo desde que empecé a andar. Para mí es una forma de vida.
¿Cómo es tu rutina como ganadero?
En este trabajo no tienes un día a día fijo, con una ruta por así decirlo. Un día te puedes encontrar una cosa e ir bien y otro te encuentras otra cosa y echas toda la jornada.
¿A qué retos te estás enfrentando?
Los principales problemas que tenemos hoy en día son, más que nada, con la Administración, porque nos ponen muchas trabas para todo. Nosotros, por ejemplo, somos trashumantes y para subir y bajar de Extremadura nos obligan a hacer una prueba de saneamiento de piel y, este año, incluso de sangre. Ponen dificultades para vender terneros, para todo... No entienden que no podemos estar todos los días cercando a estos animales en corrales, más que nada porque no somos tanta gente para poder moverlos como queremos.
¿Cómo ha cambiado la profesión en estos últimos años?
Ha cambiado bastante, a peor y a mejor. Antes había tres o cuatro vacas en cada casa, que era lo que se podía tener y, ahora, con ayudas y subvenciones, se pueden tener más animales. Ahora mismo tenemos un ciento más o menos.
¿Cómo ves el futuro y qué le dirías a una persona joven que quiera dedicarse a esto?
El futuro es un poco incierto por lo que ya he comentado, porque ponen muchas trabas, pero esperemos que se pueda ir solucionando todo para poder tener un futuro un poco mejor; si no, esto se va a acabar.
En sitios como este, cada vez hay menos población. En mi pueblo no llegamos a treinta personas y, si cada vez ponen más problemas, la gente lo va dejando, va desapareciendo y la gente joven no se inicia en este sector, porque no es rentable.
Con todo, hay jóvenes que se quieren dedicar a esto, muchos, no tantos como nos gustaría, pero sí que van animándose. Eso sí, necesitan tener ayuda de sus padres o de familiares que ya tengan animales porque, si no, no es viable.
Si tuviera que animar a alguien le diría que en este trabajo ahora mismo tienes mucha libertad, vas a tu aire. Los problemas que os he comentado antes se van llevando, pero aquí lo mejor es la comodidad y el placer de estar a gusto aquí, en la naturaleza, en un paisaje como este. Esto en una ciudad no lo vas a tener, no se puede comparar.