“Como veterinarios, debemos estar preparados para apoyar a los productores en lo que necesiten”

La infancia de Laura Hurtado fue clave para determinar su vocación y su pasión por la profesión. La actual veterinaria y controladora disfrutaba de los veranos en el pueblo junto a sus abuelos, época en la que vivió experiencias y momentos que la marcaron profundamente. En esta nueva entrega de #YoSoyCampo, publicada en Vaca Pinta 36, nos cuenta cómo es su día a día y cómo ha ido cambiando el sector a lo largo de los años.

¿Siempre has querido ser veterinaria?

Esa es la pregunta que a todos nos han hecho de niños: “¿Qué quieres ser de mayor?”. Cuando esa pequeña Laura quería responder, se dejaba aconsejar por aquello que le decían de “haz lo que te gusta”. Para mí era muy fácil, porque las ciencias de la naturaleza me fascinaban. Además, mi vocación por el campo viene marcada por mi vida en el pueblo. Por todos los veranos que pasaba junto a mis abuelos, en los que cogía la bicicleta para buscar leña, iba con ellos a por setas, veía cómo llevaban el cuidado de los rebaños y cómo hacían queso… Para mí era una experiencia muy bonita que siempre quería repetir.

¿Cómo es tu trabajo diario?

Nuestro día a día es muy diverso, entonces no nos aburrimos para nada. Trabajamos con rumiantes, sobre todo con vacas de leche: hacemos la parte de calidad de leche, gestionamos asociaciones de control lechero y participamos en el asesoramiento en genética. Por lo tanto, la rutina varía: puede ser que me vaya toda una mañana o todo un día, o que tenga que estar ocho horas en un foso recogiendo muestras porque necesito esa información para la grasa, la proteína y las células somáticas. Con eso, puedo orientar al ganadero sobre la calidad y ayudarle a mejorarla. Además, recogemos mucha información de los partos, bajas, inseminaciones, registros… Así, creamos un árbol genealógico de la ganadería y formamos un pedigrí, con el cual, unido a nuevas herramientas, podemos hacer propuestas en cuanto a qué animales interesa que tengan descendencia en la explotación, es decir, lo que sería el asesoramiento en genética.

¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?

Poder estar al lado del sector primario, que al final es el que a todos nos da de comer y nos abastece, tanto la agricultura como la ganadería. Además, puedo ayudar muchísimo a pie de granja. En mi caso sería incapaz de imaginarme un trabajo en el que tuviera que ir todos los días al mismo sitio y estar entre las mismas cuatro paredes. A pesar de que la rutina es más o menos siempre similar, ves caras muy diferentes que acaban siendo recurrentes y que terminan formando parte de tu familia.

¿Cómo ha cambiado la profesión respecto a cuando empezaste?

Yo llevo ocho años en el sector y sí que veo que las tecnologías crecen cada vez más, a una velocidad de vértigo. Entonces, te toca acompañar a los ganaderos: tienes que estar a la altura, entender cómo usar esas tecnologías para poder ayudarles a conocer qué apartados deben manejar y a comprender cómo funciona todo el conjunto. Realmente, son personas que cuentan con altas capacidades, porque no todo el mundo es capaz de saber de nutrición, de reproducción, de genética, de manejo de tractores y de personal… Tienen que entender de todo, y nosotros, como veterinarios, debemos estar preparados para apoyar a los productores en lo que necesiten.

¿Qué le dirías a un recién licenciado que tiene dudas sobre qué rumbo tomar?

Si tuviera que animar a un futuro profesional que, del amplio abanico de posibilidades disponible, no sabe a qué dedicarse, lo incitaría a que formara parte de la veterinaria de campo, porque seguro que no se volvería a aburrir nunca más, ya que todos los días son diferentes y una aventura nueva: vas a ir de una explotación a otra y, si disfrutas de conducir, gozarás de los cambios de paisaje y de estación.