Román González es el veterinario de la ganadería de leche SAT Prolesa (Sarria, Lugo) desde el año 2008 y el responsable de llevar el control de todo el rebaño, de la gestión de todo un equipo de profesionales y de tener al día todas las exigencias burocráticas de esta granja que nació dos años antes gracias a la unión de 14 ganaderos con ganas de conseguir mayores producciones y mejores condiciones de vida. En esta nueva entrega de #YoSoyCampo de Virbac, publicada en Vaca Pinta 40, quisimos conocer su día a día y su actual experiencia como tutor de una futura veterinaria de producción, Almudena Sánchez.
¿Siempre has querido dedicarte a la ganadería?
Soy hijo de ganaderos y desde pequeño tuve claro que lo mío eran las vacas. Quise estudiar Veterinaria, me marché para Lugo y, cuando terminé, empecé a buscar trabajo. Estuve tres años haciendo clínica con un equipo en la zona de Santiago, fui cogiendo experiencia y, luego, por amor me vine para Sarria y empecé a trabajar en SAT Prolesa como veterinario encargado de la explotación.
¿Cuáles son tus responsabilidades en esta granja?
Como veterinario encargado de la granja, mis funciones son diversas. Hago el control reproductivo, la clínica del día a día, la gestión de personal, la burocracia de altas y bajas, y la organización de todo el trabajo de la granja.
¿Qué diferencias existen entre tu papel y el perfil del veterinario de granja que exige la nueva normativa?
Mi trabajo es mucho más amplio que el que requiere el veterinario de explotación que nos exige ahora el real decreto, porque la normativa lo que prima es que exista una figura que verifique que se cumplen unos protocolos, unos planes sanitarios y que todo ello esté registrado adecuadamente para ponerlo a disposición de la Administración. Yo, además de ser el que registra todo eso, soy el propio ejecutor o el que garantiza que eso se ejecute de manera correcta.
¿Cuál es la parte que más te gusta de ser veterinario?
Lo que más me gusta son las vacas. Ya me gustaban de pequeño y me siguen gustando. ¿Qué sucede? Que en la actualidad los veterinarios tenemos más trabajo administrativo que nada y yo, donde realmente disfruto, es en medio de los animales.
¿Recuerdas alguna experiencia que te marcara a lo largo de tu trayectoria?
Puedo acordarme de varias. Me marcó mucho el primer cuajar que operé o la primera torsión, también el primer animal que salió adelante después de estar muy, muy mal. Ver la evolución de todo tu trabajo, cómo vas creciendo y mejorando, te va dejando huella.
¿Qué aspecto es el que menos te gusta?
Ahora mismo tenemos 540 vacas en ordeño, más vacas secas y novillas. Llevar el control de todo ese volumen de animales es lo más difícil, pero lo que menos me gusta es la gestión del personal y la prevención de riesgos laborales. Si pudiese delegar algo, elegiría desprenderme de esto.
¿Cómo ha cambiado la profesión en estos años?
El cambio más espectacular que noto desde que empecé, hace ya algunos añitos, es la manera en que se toman las decisiones. Pasamos de hacerlo por sensaciones a tomar todas las decisiones basadas en datos. Antes teníamos un problema porque creíamos que existía, pero solo veíamos la punta del iceberg. Hoy analizamos un montón de datos, estudiamos dónde puede estar el problema y valoramos cuál es la mejor solución.
¿Están siendo los veterinarios reconocidos en el sistema de salud global como merecen?
El término One Health ha llegado para quedarse, porque es cierto que existe una sola salud. Hay un porcentaje elevado de patologías consideradas como zoonosis, es decir, que provienen de animales y cuando llegan a la salud humana, la medicina necesita ayuda tanto para controlar como para prevenir.
La formación multidisciplinar en la salud es básica y los veterinarios deberíamos formar parte de los diferentes comités asesores de las consejerías y ministerios de sanidad y de medio rural.
En nuestra granja, durante la pandemia, tuvimos un trabajador positivo y, según la legislación de aquel momento, tendríamos que dejar de venir a nuestros puestos de trabajo todos los que formamos el equipo. Si no fuese por veterinarios que contactamos de la Administración, que entendieron realmente nuestra situación, nosotros tendríamos que dejar a los animales sin ordeñar, sin alimentación y sin cuidados. Eso sí que hubiera sido un delito de bienestar animal y de salud pública.
¿Cómo ves el futuro?
A corto plazo veo un futuro muy prometedor para nuestra profesión, porque hay mucho trabajo y muy pocos estudiantes de Veterinaria que se quieran dedicar a la producción. Hay mucha demanda de profesionales para cubrir las necesidades de este sector.
Eso sí, veremos cómo nos exprime la opinión pública en cuanto a bienestar animal y a las corrientes animalistas y veganas que se están instaurando.
Mi opinión, después de lo que nos pasó con la pandemia y con la guerra de Ucrania, es que sería una temeridad que Europa no quiera tener satisfechas, con un porcentaje muy elevado, sus necesidades agroalimentarias, porque, cuando se depende de fuera, no se pueden garantizar ni las condiciones de los productos ni sus precios.
Si el sentido común se impone, el futuro será de mucho trabajo y de mucha necesidad de mano de obra cualificada.
¿Qué le dirías a una persona joven que quiera dedicarse a esto?
Primero, le diría que no lo dude y, segundo, que pruebe todas las modalidades que se puede encontrar y que luego decida. Hay trabajo muy bien remunerado y con una calidad de vida aceptable. No estamos hablando de lo de hace muchos años, cuando la calidad de vida brillaba por su ausencia.
Otra cosa que le aconsejaría sería que no deje de formarse nunca. Siempre estamos aprendiendo y esa es la base para permanecer en el sector.
Insisto en animar a todos los estudiantes de la facultad para que nos conozcan, porque mucha gente no viene al sector por desconocimiento.
Yo estoy ahora mismo trabajando con una estudiante en prácticas y creo que todos deberíamos apoyar a la gente que se interesa. A mí personalmente no me entorpece el día a día; al contrario, estoy agradecido porque me hace compañía y en pocos días comenzará a facilitarme el trabajo, ya que habrá cosas que ya me hará ella.
ALMUDENA SÁNCHEZ
(MURCIA)
“Quería ver cómo es el día a día real de una explotación y cómo es el trabajo que realiza un veterinario”
Esta joven murciana se decantó por la Veterinaria tras tres años estudiando Medicina. A falta de presentar el Trabajo Fin de Grado para graduarse, llegó a Sarria desde la Facultad de Veterinaria de Canarias para realizar prácticas en el vacuno de producción porque cree que el trabajo al aire libre y los grandes animales formarán parte de su futuro profesional.
¿Cómo llegaste a hacer prácticas en SAT Prolesa?
Mi camino ha tenido varias eses, porque empecé Medicina y me di cuenta de que lo mío no era estar en un hospital. Veterinaria y el mundo de los animales siempre me habían llamado la atención y acabé en Canarias, la facultad donde aceptaron mi solicitud.
¿Cómo está siendo la experiencia con Román?
Llevo poquito tiempo, pero de momento estoy muy contenta. Comencé haciendo unas prácticas en Murcia, con unos veterinarios ambulantes de clínica, y me gustó. Ahora, de cara a terminar la carrera, quería formarme un poco más para ver cómo es el día a día real de una explotación y cómo es el trabajo que realiza un veterinario.
En principio, el trabajo en granjas de producción me parece bastante bonito y más gratificante que estar en una clínica encerrada, pero supongo que dependerá de los gustos personales.
¿Cómo ves el futuro de las ganaderías?
Seguirá habiendo futuro, pero con muchas pautas de bienestar animal. Parece que todo será más exigente.