J. Pascual: “Todos necesitamos conocer qué argumentos podemos dar cuando en nuestro día a día escuchemos voces que difaman la producción”

Razones para ser omnívoro. Por tu salud y la del planeta es el título del libro que Juan Pascual, veterinario con más de 25 años de experiencia en la industria de la sanidad animal, acaba de presentar al gran público. A continuación en Vaca Pinta 38, conversamos con él sobre los aspectos centrales de esta publicación.

¿Cómo surgió la iniciativa para el desarrollo de Razones para ser omnívoro?  
La idea surge de la necesidad de explicar la importancia, a menudo desconocida, de lo que aportan los animales a la sociedad. A pesar de los mensajes que suelen propagar los medios generalistas, los productos de origen animal siguen siendo imprescindibles para nosotros (en muchos casos, como medicamentos únicos o, si no, como vía para la obtención de abono). Además, el ganado recicla: muchos subproductos, como los tallos del maíz o las maltas de las cerveceras, no se tiran, sino que se les dan a los animales. Hay que explicarlo, porque los animales son imprescindibles, hacen muchas aportaciones positivas y la sociedad debe saberlo.

Las personas somos omnívoras, es una realidad. Sin embargo, cada vez hay más debate al respecto. ¿Qué es lo que está llevando a la sociedad a cuestionárselo?
En realidad, el consumo de carne en Europa sigue aumentando. Una cosa es lo que dicen las encuestas y otra lo que de verdad consumimos. Incluso aquellos que optan por una dieta sin productos animales confiesan, según varios estudios de mercado, que se la saltan y comen con mucha frecuencia huevos o lácteos. Se ha puesto de moda, queda bien en ciertos círculos decir que se es vegetariano o flexitariano. Hay mucho postureo, pero también está calando como tendencia social. Además, hay continuos titulares que relacionan a los animales con los gases de efecto invernadero, con las pandemias, con la falta de agua, con la deforestación… ¡Como si se tratase de las siete plagas de Egipto!

Se habla del no consumo de productos de origen de animal como una moda, pero ¿es también el reflejo de las desigualdades crecientes entre distintas zonas del planeta? 
El consumo de productos animales es altamente deseado por aquellos que no pueden permitírselo. Nuestros mayores aún recuerdan que en plena posguerra civil comer un pollo era un lujo que solo podían permitirse en Navidad. Hoy quizá el exceso de oferta, y el abaratamiento de estos productos –algo que deberíamos celebrar–, nos lleva a sospechar de ellos en los países ricos. Sin embargo, en regiones en donde no pueden acceder a ellos, como en la India, afecciones como la anemia, la avitaminosis y la falta de crecimiento causan estragos. Dos informes de este mismo año de la FAO y de Unicef alertan de que no se debe prescindir de los productos de origen animal en la dieta, y lo mismo señalan, al menos, 10 asociaciones médicas de distintos países.


 “Se ha puesto de moda en ciertos círculos decir que se es vegetariano o flexitariano. Hay mucho postureo, pero también está calando como tendencia social”

La relación entre el alejamiento del rural y la explosión de estos nuevos hábitos parece evidente. ¿Cómo podemos favorecer una aproximación a este sector?
En primer lugar, no menospreciando a la otra parte, pues al final queremos que nos escuchen. Eso pasa por participar en debates, por involucrar a personas influyentes, por conseguir un espacio en la prensa, por intervenir más en redes sociales… Pasa, en definitiva, por explicarse. 
Cada uno de nosotros debemos formarnos. Hablamos tanto del sector ganadero y del rural en general como de personas que trabajen indirectamente con animales, de industrias lácteas, de cualquiera que quiera seguir teniendo perros y gatos (que, al final, comen carne) y de aquellos a los que les guste disfrutar de un plato de queso o de tortilla… Todos necesitamos formación, conocer qué argumentos podemos dar cuando en nuestro día a día escuchemos voces que difaman la producción o la tenencia de animales. Es una tarea conjunta. 

Entre las principales ideas que aborda en su libro, se encuentra la del lugar de los animales en la sociedad, aspecto que sin duda ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. ¿Es necesario reconducir esto?
Hay una parte positiva, y es que hay una mayor preocupación por el bienestar, que es muy importante. Pero también hay un extremo que lleva a algunos a considerar que la vida de un animal tiene el mismo valor que el de una vida humana y, en mi opinión, y la explico en el texto, eso es una profunda inmoralidad.


¿A qué nos referimos cuando se habla del “estatus moral de los animales”? 
A la posibilidad de que tengan derechos (cuando somos nosotros, como humanos, quienes nos imponemos obligaciones para con ellos) y de que su existencia tenga el mismo valor que la nuestra. Si debemos tener consideración hacia los animales es porque no somos una especie como las otras, pues todas las demás procuran solo para los suyos. El hecho de que nos planteemos estos debates es porque no somos una especie más y por ello nuestro estatus moral como humanos es distinto al del resto del reino animal.

LAS RAZONES DE JUAN PASCUAL PARA SER OMNÍVORO
Indagar en la condición omnívora de los humanos, analizar los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo para erradicar el hambre y estudiar la producción de alimentos necesarios para una creciente población, todo ello desde el respeto al bienestar animal, son los ejes centrales del libro que firma el veterinario Juan Pascual.
Licenciado en Veterinaria por la Universidad de Zaragoza y executiveMBA por el Instituto de Empresa, en el sector de la sanidad animal Pascual ha ejercido funciones de ventas, publicidad y dirección en distintos países de América Latina, así como también en España, Estados Unidos, Francia e Italia. En su faceta de divulgador, en esta obra desarrolla consideraciones éticas desde el rigor y la estadística y repasa todos los aspectos que la sociedad debate en torno al animalismo sin eludir temas complejos, como la experimentación en laboratorio con seres vivos, las vacunas o la alimentación de las mascotas.

Hace alusión en su obra al “veganismo como religión” y a la “superioridad moral del animalismo”.­ ¿Puede desarrollar estas dos ideas?
Dos jueces, uno en Inglaterra y otro en el estado americano de Ohio, han determinado que, si bien el veganismo no supone creer en un ser superior, sí implica creer que se atiende a un bien superior siguiéndolo y, por ello, han dictaminado que ese modo de vida esté protegido como una religión. Así, por ejemplo, una enfermera rechazó vacunarse de gripe porque para fabricarlas se usan huevos y, como el fallo del juez la protegió, el hospital en el que trabajaba no pudo tomar medida alguna.
Así pues, la pretendida superioridad moral de muchos veganos (ethical­ vegans, en inglés) es esa actitud de desdén que muestran muchos de ellos –y sus asociaciones– hacia los que no siguen sus postulados. Es una actitud injustificada, claro, pero que está muy presente. 


 “El hecho de que nos planteemos estos debates es porque no somos una especie más y por ello nuestro estatus moral como humanos es distinto al del resto del reino animal”

¿Cree que se han subestimado estas tendencias o no hay razón para alarmarse en exceso? 
Hay muy pocos veganos (un 0,2 % en Francia, por ejemplo) y el 84 % lo dejan a los pocos meses, pero su influencia social es enorme y se convierte en ley cuando las autoridades nos invitan a reducir el consumo de carne: ya ha pasado en Nueva York, en donde se ha implementado el lunes sin carne en las escuelas públicas. Sí, hay razones de sobra para alarmarse y para responder, pero siempre con educación, paciencia y datos.

¿Es posible dialogar con quienes defienden estas ideas dejándose llevar por sensaciones?
Es muy difícil convencer a los ya convencidos, pero la mayoría de la sociedad no está en posiciones extremas, y es a ellos a quienes debemos dirigirnos para que no escuchen solo una versión y tengan acceso a los datos, a una visión quizá menos emocional, pero factual. La ciencia está de nuestro lado. Eso pretendo demostrar en el libro.

Tenemos a la ciencia de nuestro lado, pero jugamos contra las emociones. Entonces, ¿habría que aludir más a la emoción y menos a la lógica a la hora de debatir?
Ambos deben ir de la mano. Es difícil condensar la ciencia en un titular, pero tenemos historias muy bellas que contar: el ganado recicla, el biogás ya es el 10 % del gas usado en Alemania, la piscicultura ha frenado la pesca en muchos caladeros salvajes, los animales de experimentación salvan millones de vidas…
Por otra parte, conviene tener presente que cultivar vegetales también supone acabar con muchas vidas animales como, por ejemplo, las muertes en las cosechadoras de especies como el aguilucho cenizo, que anida en las mieses, o múltiples roedores y reptiles. Comer una vaca de pasto supone menos muertes animales que sustituir esa proteína por proteína vegetal.


Así pues, ¿dónde está el equilibrio entre aportar veracidad frente a las falacias y llegar a los consumidores de manera efectiva?
Nadie va a venir a resolver este problema, no hay soluciones mágicas. Cada uno de nosotros podemos influir en nuestro entorno. Debemos conversar, explicar por qué son imprescindibles los animales, cómo reciclan, cómo gracias a ellos tenemos heparina y otros medicamentos, cómo sin ellos arde el monte, cómo contribuyen la lana o la seda a eliminar microplásticos en el mar (la primera causa de los microplásticos son las fibras sintéticas de la ropa)… Hay mucho y muy bueno que contar. ¡Contémoslo!

En este sentido, ¿diría que una materia pendiente del sector es aprender a venderse mejor de puertas para afuera?
Dentro del sector, las asociaciones hacen muchos esfuerzos, los cuales son imprescindibles, pero para el ciudadano medio pueden ser percibidos como parte interesada. Por eso insisto en que el esfuerzo individual es clave, y para ser efectivos debemos apoyarnos en datos como los que aporta el libro, usarlos en el boca a boca. No va a cambiar todo en cinco minutos, pero, si nos lo proponemos, terminará por hacerlo.