XABIER IRAOLA

Dolor en el pecho

Ser original cuando uno escribe muy frecuentemente sobre los mismos temas, ser profundo y riguroso cuando escribes en un formato breve y/o ser lo suficientemente atractivo cuando te diriges a un público generalista, como digo, ostentar todas esas cualidades, es harto difícil, cuando no imposible.

Los que me siguen en uno y otro sitio saben que el sector lechero, de vacuno principalmente, es mi ojito derecho. Me gusta la leche, me gustan el yogur, el queso y múltiples postres lácteos; por lo tanto, es fácilmente comprensible mi tendencia a escribir sobre el sector lácteo, más aún si en el ámbito profesional estás rodeado de ganaderos de leche que te dan diariamente una lección de dignidad, profesionalidad, humildad y todos los elogios que ustedes quieran, pero, si por algo destacan, es por su lección de resistencia que, sin querer compararlo con nadie, deja a la altura del barro el famoso “Manual de resistencia” que escribió el presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez.

A mis amigos ganaderos, además de por amistad, los admiro por su capacidad de resistencia, por su resiliencia que diría aquel, porque, convendrá usted conmigo que, viendo la tormenta de calamidades y dificultades que se encuentran en el día a día, es un verdadero milagro que todavía siga habiendo ganaderos de leche en este país.

Tras dos años de pérdidas continuas, durante los cuales los ganaderos han subsistido bien comiéndose todos sus ahorros y renunciando a toda inversión, imprescindible en un sector tan tecnificado como este, bien sujetados artificialmente a base de ayudas, vía COVID, vía Ucrania, la cuestión es que, hartos de perder dinero y del desprecio al que son sometidos por las industrias y cadenas de distribución, decidieron, consciente o inconscientemente, que era mejor dejar de producir o producir menos, agilizando el envío de vacas al matadero, que seguir produciendo leche a pérdidas.


Por mucha capacidad de resistencia que tuvieran, no van a resistir, y con ellos, junto con los ganaderos, caerán las cooperativas, las industrias, las queserías y el conjunto del sector lácteo

Es algo parecido al dicho popular vasco que se refiere a aquel industrial eibarrés que, cuantos más tornillos pro-ducía, más dinero perdía. Algo similar les ocurrió a mis amigos ganaderos en estos dos años previos.

Pues bien, como decía, la reducción en la producción, consciente o inconsciente, tuvo su consecuencia más directa en la bajada de producción y, consiguientemente, en la escasez de oferta y, con ello, en el “tensionamiento” en la provisión de leche por parte de las industrias, lo que provocó que se sucedieron imágenes de lineales vacíos en las cadenas de distribución, lo cual provocó, como bien sabemos, una recuperación de los precios.

Tras estas turbulencias que pusieron de los nervios a los jefes de compras en las cooperativas e industrias, fuertemente presionadas por las cadenas de distribución, temerosas de quedarse sin leche en los lineales, principalmente sin leche para su marca blanca, entonces y solo entonces, unos y otros, cooperativas, industriales y cadenas, hicieron acto de contrición y se pegaban golpes en el pecho dando señales de arrepentimiento y de haber sacado las conclusiones pertinentes.

Al parecer, se dieron con tanta fuer-za los golpes en el pecho que llegaron a pensar que su arrepentimiento era sincero. Ahora bien, transcurridos 3-4 meses en los que los ganaderos ganaban dinero, 3-4 míseros céntimos, sin llegar a tapar el socavón en las cuentas generado en los dos años anteriores y sin tiempo para hacer cábalas sobre la posible inversión a ejecutar, los mandamases industriales, de cooperativas y de cadenas, cayeron en la cuenta de que el dolor en el pecho no era motivado por los golpes de contrición ni por arrepentimiento, sino que se dieron cuenta de que el dolor que sentían, ese que les aprisionaba el pecho y les generaba una sensación de malestar generalizado, no era más que el dolor de ver a los ganaderos contentos por obtener beneficios y un paupérrimo margen de ganancia.

No hay más. Los mandamases de las empresas y entidades que compran, transforman y comercializan la leche no soportan que los ganaderos ganen dinero, obtengan margen de beneficio ni, mucho menos, que los productores puedan vislumbrar un horizonte espe-ranzador y estable con el que retener a sus hijos e hijas en las explotaciones.

No quisiera ser injusto y, por lo tanto, cuando me refiero a las empresas, cooperativas y a las cadenas de distri-bución, soy plenamente consciente de que no todos son iguales y que los hay buenos −los menos− y regulares, malos y peores. No voy a dar nombres; usted, querido lector, sabe a quiénes me refiero.

Ahora bien, y con esto termino, todos ellos, son conscientes, o al menos deberían serlo, de que, de seguir así, maltratando a los ganaderos, condenándolos a largos periodos de venta a pérdidas, intercalados con brevísimos momentos de ganancias, por mucha capacidad de resistencia que tuvieran no van a resistir, y con ellos, junto con los ganaderos, caerán las cooperativas, las industrias, las queserías y el conjunto del sector lácteo.

 ¡Allá ustedes! Eso sí, les recomiendo ir comprando un medicamento para el dolor de pecho.