JORGE HERNÁNDEZ

¿Saldremos más unidos?

Sobran motivos para que el campo haya salido a la calle; sin duda, el hartazgo llegó a un límite inimaginable, si no, ¿de qué forma se explica la capacidad de movilización vivida en estos últimos dos meses?

Para entender las movilizaciones desde un punto de vista objetivo creo que hay que atender a tres factores importantes:

Por un lado, la tremenda desafección que hay hacia el campo desde las ciudades. El trato paternalista que se da al campo en algunos ámbitos de la legislación, enseñándonos a cómo hacer nuestro trabajo y tomar determinadas decisiones con un estricto “tinte ecologista” no han ayudado a crear esa necesaria relación entre quien produce alimentos y quien los consume. La izquierda se ha erigido en defensora a ultranza de la naturaleza y la ecología, y nos ve como bárbaros contaminadores con intereses puramente economicistas.

Además, declaraciones como las de la vicepresidenta haciendo alusión a que quienes se manifestaban en la calle éramos “la patronal del campo” no ayudan.

Por otro lado, está la capitalización que está haciendo la ultraderecha de la defensa del sector primario. Esta situación está llevando al sector a un contexto de trincheras, en el que “o estás conmigo o contra mí”, aprovechando para tirar por tierra el trabajo que han hecho las organizaciones agrarias durante décadas. La utilización de las movilizaciones del campo por puros intereses políticos a escasos meses de unas elecciones europeas es de una mezquindad tan grande que no puede ser minusvalorada.

Y, por último, la tan nombrada nueva PAC, una política europea desacertada, influida por partidos ecologistas del norte de Europa en su redacción y ante la cual muchos ya nos manifestamos hace cuatro años. Medidas que pretenden una mayor sostenibilidad y respeto hacia el medio ambiente, pero no han contado con aquellos que deben llevarlas a cabo y chocan con la rentabilidad de las explotaciones, con las propias prácticas agrícolas e incluso con la pura lógica campesina.

Pero no nos engañemos, el Cambio Climático vino para quedarse, las prácticas agroambientales que hasta ahora hemos llevado a cabo deberán ser reorientadas y no podemos ser tan inocentes de pensar que vamos a recibir los pagos compensatorios de la PAC sin obligarnos a cumplir ciertas exigencias. Estamos de acuerdo en que será necesario un cambio en las formas de afrontar nuestros cultivos, pero ese cambio no puede llegar enfrentado a las prácticas tradicionales, a los cultivos más rentables en cada zona o tratando de imponer rotaciones forzosas o cultivos no adaptados.

Las nuevas normativas de bienestar animal deben procurar el mejor escenario para una correcta producción, pero sin interferir en la calidad del producto final. No podemos ser meros espectadores cuando se trata la rentabilidad de nuestras explotaciones agrícolas y ganaderas.

De igual modo, es necesario que la burocracia no sea un lastre más con el que cargar en el trabajo diario de las explotaciones. la legislación que permita un trato ágil, rápido y sencillo con las Administraciones debería ser una máxima que se ha de tener en cuenta.

Sin duda, es también imprescindible dotar a la Ley de cadena alimentaria de un carácter sancionador real con capacidad y medios, además de con un observatorio de precios para denunciar de forma rápida cualquier desequilibrio que se presente.

Después de exponer mi punto de vista, mucho me temo que algunos han hecho muy bien su trabajo, generando un clima de tensión propicio para que salgamos de todo esto con un campo más desunido que nunca, con rencillas sembradas intencionadamente que solo buscan debilitarnos para, de esa forma, hacernos más “manejables” a sus intereses y necesidades. No deja de sorprenderme cómo hemos sido capaces de seguir a ciertas “influencers de campo” que, con insultos, obscenidades y gritos histriónicos, cargaban contra todo lo que rezumara una brizna de sindicalismo agrario. Creo que debemos ser conscientes de la cercanía de las elecciones europeas y cómo por parte de unos y otros se intenta arrimar el ascua de las movilizaciones agrarias a sus intereses políticos.

No caigamos en la respuesta fácil de que todo depende de Europa; tanto la Administración central como las autonómicas tienen capacidad de decisión y a ellas tenemos que exigirles su compromiso firme con la defensa del sector primario.

Por lo tanto, creo que no son solo justas, sino que han sido muy necesarias las movilizaciones; eso sí, bien encaminadas, con ideas claras y posturas bien argumentadas, sin acciones de alboroto innecesario y con la única intención de la defensa de un sector primario fuerte, con futuro y rentable.

Me gustaría pensar que saldrá de aquí un sector más fuerte, con logros conseguidos y frenando políticas agrarias desacertadas, pero... ¿saldremos más unidos?